Capítulo 25

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No esperé la confirmación de Camila. Me levanté e "hui" a la cabina tras nuestro postre.

Tenerla allí, tan relajada y distendida, a la vez que despertaba mi libido, me llenaba de remordimiento por estar a un paso de ejecutar mi plan más atrevido...

Camila no había sido una conquista fácil y llegué a creer que no lo lograría... Pero luego estábamos allí, cara a cara, en una cena "estratégicamente" romántica y hablando de todo... En realidad, casi todo, ya que evité preguntarle sobre los últimos acontecimientos relativos a su pasado...

Todavía no sabía si me había perdonado por mi insistente intromisión. Sin embargo, si no lo había hecho, me había concedido una tregua, ya que había aceptado mis insinuaciones maliciosas y mis miradas descaradas durante toda la cena.

Respiré pausadamente en un intento de controlar mi excesiva ansiedad y me prometí que, fuera cual fuera mi grado de excitación, a partir de entonces iría más despacio y con más cuidado...

Camila tenía que estar absolutamente segura de cada paso que daría.

Tomé aire una vez más, recogí el mousse de la nevera y volví a la mesa.

- ¡Oh! – exclamó con una hermosa sonrisa en los labios y la expresión de felicidad de una niña ante su golosina favorita cuando deposité el mousse en la mesa. - ¡Ahora estoy segura de que realmente puedes leer mis pensamientos!

Era imposible permanecer inmune a esa felicidad puramente infantil.

- ¡Otra vez te equivocas! – le parpadeé maliciosamente. – Esta fue una corazonada, sumada a una satisfacción personal y egoísta, ya que también soy... loca por mousse de chocolate. - Camila se sonrojó ligeramente y de forma bonita. Le devolví la sonrisa y me senté a servirnos.

Durante los primeros segundos, saboreamos esta maravilla, en un silencio compartido... Entonces, fascinada, me puse a observar sus delicadas manos en el simple gesto de llevarse la cuchara a la boca...

Para mi cuerpo tembloroso y ansioso por satisfacción, aquello parecía más bien un ritual extremadamente erótico...

- Vamos a bailar. – propuse de repente, lanzando mi servilleta y depositando el plato con el resto de mi postre preferido sobre la mesa, antes de que la atacara. Lo cual sería estúpido, ridículo y grosero.

- ¿Qué? – parpadeó sus brillantes ojos marrones.

- Sabes bailar, ¿no?

- Bueno, yo... – sonrió apenada. – En realidad, no lo sé.

- Es fácil. Sólo entrégate a la música... – le sugerí, tomando sus manos - Así... – la atraje hacia mis brazos con un movimiento suave.

Al principio Camila estaba tensa y pensé que tal vez había metido la pata. Pero luego sonrió y murmuró con total torpeza.

- Te dije que no lo sé...

- Relájate, Cami. Cierra los ojos y acompáñame en el ritmo... – la rodeé por la cintura y comencé a conducirla suavemente. – Así... – le susurré al oído, sintiendo cómo se estremecía. Ella sonrió, no menos temblorosa. – Eso, así.

Poco a poco, se relajó y se acurrucó más. Cuando sus suaves brazos me rodearon el cuello, me invadió una nueva oleada de placer, una mezcla de satisfacción y necesidad que nunca antes había sentido.

- ¿Lo ves? – me burlé. – Eres una excelente bailarina.

- Sabes que no es cierto. – murmuró con la voz apagada. – Eres tú quien me guía.

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora