Capítulo 4

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Después estaba Álvaro, un Álvaro que siempre aparecía en los momentos necesarios, un Álvaro que parecía que le importaba de verdad, que lo que habíamos echo  no había sido sólo un polvo cualquiera.

No pude evitar pensar que después de ese viaje, en cuanto mis pies tocaran tierra todo quedaría atrás. No volvería a ver ni a Blas ni a Álvaro, no volvería a encontrarme con esa mirada tan penetrante ni con esa sonrisa tan perfecta.

Por un lado era lo mejor, necesitaba pensar en todo lo que había vivido, hace unas horas estaba preparando las cosas para irme a Madrid y ahora no sabía qué camino tomar.

Fue un alivio sentir los últimos traqueteos del tren que anunciaban el final de trayecto, por fin volvería a pisar tierra firme, por fin volvía a mi realidad. En ese justo instante Álvaro se tuvo que ir a su vagón a coger todas sus cosas y  se despidió de mí con un simple  beso en la mejilla, no pude evitar tocarme  esa mejilla.

A todo esto, Blas que se había ido con su querida novia a no se sabe dónde, apareció en ese preciso instante por la puerta seguido  de Dani y Carlos.

-          Bueno, fin del trayecto- dijo Carlos  ayudando a Dani con las maletas- fue un placer conocerte chocolatera- dijo abrazándome y pegándome su olor a chocolate- espero verte algún día por Madrid-

-          Lo mismo digo Andrea, con compañeras así el viaje resulta hasta divertido- dijo  Dani mientras me daba dos besos.

-          El placer ha sido míos chicos, de verdad- dije echándoles una sonrisa.

Todo lo que acababa de decir era realmente lo que sentía, sin esos chicos el viaje se me haría eterno. Al final los iba a echar de menos y todo.

Dani y Carlos se fueron dejándome a solas con Blas, no sabía qué hacer, mi instinto me decía que tenía que despedirme pero mis sentimientos me decían todo lo contrario. Al final no tuve que  romper el hielo, Blas decidió romperlo por los dos.

-          Esto... Andrea mira, voy a serte claro, sé que me he comportado como un imbécil durante casi todo el viaje no me preguntes por qué porque no lo sé. Desde que te vi nada más entrar en este  vagón sentí cosas dentro de mí, cosas que nunca había sentido. Pensé que los sentimientos eran mutuos hasta que os escuché a Álvaro y a ti en el lavabo, en ese momento supe de verdad cuales eran tu sentimiento.

-           Hemos llegado al final del trayecto, a partir de ahora nuestros caminos se separan, cada uno por su lado. Sólo me queda desearte suerte- me dijo Blas recogiendo las maletas para atravesar esa puerta y no volver a verlo jamás.

En esos momentos no sabía dónde meterme, toda la culpa la tuvo el maldito polvo del lavabo, ojalá nunca hubiese ocurrido.

Respiré, cogí mis dos maletas y atravesé las puertas que me habían acompañado durante ese viaje.

Nada más bajar al andén, me encontré con decenas de personas que buscaban a sus familias o a algún familiar. Envidiaba eso, a mí nadie me iba a recibir a la estación, nadie me iba a guiar hasta mi nueva casa, casa que no sabía ni donde estaba.

Me sentía fuera de lugar, estaba sola en una ciudad que no conocía, era el blanco perfecto para los estafadores.

No me lo pensé ni un minuto más y me fui a la parada de taxis, si quería llegar sana y salva a casa tenía que coger uno de esos vehículos. Nada más llegar a la parada me encontré a más personas en mi situación, por lo menos no sería la única pardilla esperando.

Cuando ya llevaba un buen rato esperando, un taxi se apiadó de mi cara cansada y se paró delante de mis pies. El conductor bajó del vehículo dispuesto a meter mis maletas en el maletero del coche, era un chico joven, demasiado joven para ser taxista.- Puñetera crisis-pensé. Nada más colocar las maletas, le indiqué la dirección de lo que sería a partir de ahora mi hogar.

Cioccolato ( Blas Auryn  y Alvaro Auryn )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora