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el escultor

((Ship: Joshler))

Terminó con los últimos detalles y se sentó en su silla, observando su última creación, ¿Quién quiere una escultura de un buitre?

La señora Huddson, ella quiere una escultura de un buitre, y le apenaba decir que le había quedado genial.

El agarre que tenía en su cincel se aflojó, dejando que la herramienta caiga al piso, dios, su vida era miserable.

Era un escultor, había hecho trabajos que se habían vendido por altas sumas de dinero gracias a que su trabajo era tan impecable casi al punto de los artistas del renacimiento, hacía esculturas en mármol y lograba dar esas texturas a la ropa que muy pocos habían logrado tener, muchos decía que era superdotado, que era Miguel Ángel reencarnado, y eso le llevó a recibir pedido tras pedido para diferentes esculturas por parte de personas de élite, de galerías de arte, de museos, incluso iglesias y productores de series de televisión o películas le pedían obras; "Joshua Dun, el escultor del siglo" era como algunos lo llamaban, a veces pensaba que eso era una exageración, pero agradecía el aumento de su ego. Pero eso lo llevó a que se quedara completamente solo, tenía tantos trabajos que nunca podía salir de su casa, apareciendo rara vez en público, y por consecuente, nunca se veía con los pocos amigos que tenía, y ahora se encontraba completamente solo, haciendo esculturas todo el día mientras escuchaba música.

Y supuso que esa soledad le llevó a ordenar un bloque de mármol y empezar a dibujar diferentes figuras humanas.

Quería hacer al ser humano más perfecto que podía, recrear esa perfección que había estudiado desde que tenía memoria en aquellas obras del renacimiento, pero ahora quería crear a alguien de cero, sin referencias ni fotos, ver si la perfección que todos aclamaban era cierta, que tenía tal conocimiento de la anatomía de un ser humano tan bien memorizado que sabía las medidas del ser perfecto.

Y así empezó a hacer lo que llamó "su obra perfecta" no tenía un nombre específico, no tenía que tenerlo, no iba a vender la obra, se iba a quedar en su casa, iba a ser suya, se iba a quedar solo para él.

La señora Huddson se llevó su escultura de buitre y le dio el dinero que había pedido por el trabajo, y así se pudo concentrar completamente en su nueva escultura, sus herramientas se pasaban por el mármol, reflejando la luz que llegaba desde las ventanas del estudio, haciendo que el escultor tenga que tomar tiempos libres, que no podían ser considerados eso ya que los pasaba creando bosquejos en cada hoja posible de todas las fracciones perfectas de este humano que iba a crear.

Pasaron semanas, meses, incluso, en los cuales sus manos se secaron por el mármol, pero eso era lo único que podía hacer, tallar, tallar y seguir tallando, algo de esta escultura lo había atrapado como ninguna otra, sentía que ya la conocía como si hubieran sido amigos de toda la vida, en el momento en el que pudo distinguir figuras primitivas que le recordaban a un rostro le empezó a hablar, le contaba sobre cosas que le habían pasado, sobre esculturas que había tallado, sobre amigos que una vez había tenido, y sus deseos porque la escultura quede perfecta.

-Vas a ser la escultura más perfecta que voy a hacer en mi vida, y vas a ser mío, solamente mío, nadie te va a poder ver, te voy a guardar en un lugar especial, y vas a ser mi tesoro más preciado- Le dijo una vez al pedazo de mármol que ya empezaba a tomar forma de una persona, un hombre, para ser precisos.

El día que terminó la escultura, lloró, lloró como nunca, siquiera terminó de darle esos últimos retoques al rostro de la escultura, sintió lágrimas en sus ojos, era perfecto, cada una de sus fracciones eran como las había imaginado, una nariz perfecta, ojos en forma de almendras, una mandíbula recta, brazos del largo perfecto, piernas tonificadas, un estómago plano, labios rellenos y manos grandes pero suaves, con dedos largos que le recordaban aquellos de un pianista.