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Tragué saliva nerviosa y miré alrededor.

Era martes y el señor Vainstein me había llevado a su casa para enseñarle a su hijo, y en vez de quedarse con nosotros vigilando que todo fuera bien (como creí que haría) se fue a dormir quitándose la chaqueta en el camino al dormitorio.

Estaba sola con Manuel.

La casa parecía ser más grande mientras me iba achicando en el sillón, y él sólo movía su rodilla de arriba a abajo.

No sé qué pasaba conmigo, ¿le podía hablar a un pibe desconocido en una pizzería pero no podía ni mirar a este gil? No era tan genial para andar boluda.

—¿Hasta dónde sabés? —le pregunté después de pensar mucho.

Tenía que tratarlo como cualquiera, ¿no?

—¿Qué? —parpadeó desorientado.

Fruncí el ceño.

—Ya escuchaste.

—Eh...

—¿Eh...?

—Dejame pensar.

—Bueno.

La seguridad lo estaba abandonando un poquitín y me alegré, ya estaba empezando en mi mambo, ya esta era mi área. Don't fuck with me, bold. Podía hacer esto.

—La posta es que no sé mucho, no me entra el inglés y sólo sé lo básico. Me están metiendo las bolas en el cole —dijo haciendo una mueca de lado.

Aguanté la risa sólo porque era él, pero me había dado gracia el comentario.

—Bien, aquí tengo una prueba que quiero que vos completes, y luego te haré un examen oral diagnóstico —le informé sacando de mi bolso las cuatro hojas y un grabador.

Acomodé la mesa larga que estaba entre los dos de modo que ambos pudiéramos usarla, puse mi cartuchera a un lado y el borrador al otro.

Re obsesiva compulsiva.

—Tomá —extendí la prueba hacia él y de nuevo chocamos dedos, nos miramos e inmediatamente apartamos la mirada.

—¿Tenés un lápiz? Me da weba ir arriba por ellos.

—Ah, sí. Esperá... Aquí está.

—Gracias.

—De nada.

Tenía modales por lo menos.

Se concentró mucho más de lo que pensaba en la prueba, mordiendo el lápiz de vez en cuando y otras veces pasándose la mano por el pelo corto, como no tenía más que hacer ahí lo observé chupándome un webo que supiera que lo estaba mirando. Sus dedos eran delicados y largos, no me imaginaba como debía ser que te metieran esos dedos por...

—¿Que tenés?

La pregunta me agarró guardia baja, parpadee disimulando.

—Nada, ¿por?

—Estás roja.

—Ha de ser el calor.

—Hay aire acondicionado.

—Sufro de calor, pue.

—Ah.

¿Qué sufrís de calor?

boluda.

—¿Dónde está el baño? —le pregunté levantándome.

—Subí las escaleras, es la primera puerta —me dijo concentrado en su examen.

Seguí instrucciones y entré rápido al baño, el olor a manzana y canela me inundó cuando me recargué en el lavamanos de porcelana y me miré la cara, efectivamente estaba con las mejillas rosadas y el espejo redondo me lo estaba gritando. Abrí la llave y me eché agua. Para no perder el tiempo bajé mis pantalones, me senté en el water y eché una meada.

Fácilmente este baño era del tamaño de mi habitación en el departamento y más grande que mi antigua habitación que compartía con mi mamá, no podía ni imaginarme las otras habitaciones de esta casa. No me permití sentirme mal por eso, tal vez no tenía una casa de estas pero iba a tenerla.

En cambio, me sentí confundida por lo que estaba pasando con Manuel y ya me daba vueltas la idea de renunciar al trabajo, ¿tenía que ser la misma situación todos los días que viniera? Podía soportar que fuera amigo de Mateo y verlo de vez en cuando pero esto ya estaba re loco.

Me sequé mis partes, subí mis pantalones y suprimí los pensamientos. Cuando llegara a casa lo decidiría.

Suspiré y salí a su encuentro.

—Ahora sí se cumplió lo de que salieras en mi baño —murmuró más para sí mismo que para mí.

—¿Qué querés decir? —cuestioné sentándome.

—Nada, chiste personal —sonrió y volvió a la prueba.

Tan jodida | Replik [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora