I

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Y aquí vamos de nuevo.

Una de las peores cosas sobre vivir sola era esto, tenía que hacer mi propia comida, lo que implicaba levantarme mucho más temprano para arreglar todo e irme al trabajo. Nunca antes había entendido a mis tías como hoy. Les agradecí internamente tanto suplicio.

Había empezado a vivir sola desde la semana pasada en mi pequeño pero acogedor departamento de dos habitaciones, luego de cumplir los 18 años. Mis padres no estuvieron muy de acuerdo pero si algo les había quedado de mí, era que un "no" significaba un tal vez, un "tal vez" significaba un sí y un "sí" se traducía a un "pues ve y hazlo rápido". Así que no les había quedado más opción que desearme suerte y pedirme que los llamara y visitara más seguido con algunas golosinas de la tienda cerca de aquí.

Nunca me definí como una chica rica ni tampoco como una chica pobre, si veía mi departamento estaba de acuerdo en que era clase media y mi casa era igualmente acogedora, por lo que se me dificultó al principio mantener mi horario de trabajo para pagar todo esto. Pero viviendo una semana aquí no creía que eso durara mucho.

El olor del huevo cociéndonse me devolvió a la vida, lo quité de la sartén y adorné mis tostadas con mantequilla en el plato.

Estaba a punto de terminarme mi desayuno cuando tocan el timbre, fruncí el ceño y me levanté ya vestida con mi uniforme de profesora.

—¿Quién es? —pregunté con cautela por el intercomunicador al lado de la puerta. Todavía no conocía a ningún vecino y dudaba que fuera el de mantenimiento.

—Euu, ¿vos sos Caro? —una voz de chico joven me contestó.

—Sí sí, ella misma habla, ¿qué pasa?

—Soy un vecino wacha, me dijeron que te habías mudado hace poco y quería presentarme, te vi hace dos días viniendo sola y me preocupé un poco —dijo medio apenado, medio divertido. Incluso sin poder verlo, sabía que se estaba moviendo de un lado a otro sobre sus pies.

Sonreí de medio lado, ojalá todos los vecinos fueran tan amables como este.

Como me pareció sincero, abrí la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y le hice una seña para que entrara a la casa. Se veía de unos 16 o 17 años, su corte de pelo tenía algunas rayas en los costados y su sonrisa adornaba su rostro fino, estaba vestido con una camisa holgada y unos pantalones negros.

Era guapo.

—Espero que no te haya molestado que venga tan temprano, es mi hora de ir a estudiar y aproveché —explicó el chico rascándose la nuca. Un gesto que vi muy tierno— Mi nombre es Mateo, vivo al lado de vos.

—Un gusto, yo soy Carolina, y no te preocupes, desde ahora podes venir si gustas.

Sus ojos se iluminaron cuando terminé de hablar, y otra vez la misma sonrisa gigante transformó su cara, se acercó a mí con el puño levantado y chocamos los puños riéndonos como niños.

— ¿Y vos cuántos años tenés? No te ves muy mayor, eh — me preguntó Mateo.

—A ver cuánto me pones.

—Uhmmm, yo te pongo unos 20 y es mucho, wacha.

Negué con la cabeza con diversión. El uniforme tenía sus pros y sus contras, era una chemise azul con letras que decía "Colegio San Martín" y definitivamente me quedaba como abuelita.

—Tengo 18 cumplidos hace unos días.

—¿Posta que me perdí el bonche? Noooo boludaa —dijo fingiendo tristeza, sacando el labio inferior— Vos no has ido a una fiesta de verdad hasta que yo estoy limpiándome el culo con tu cortina.

Lancé una carcajada y le golpeé el hombro con la mano sin parar de reír.

Este loco era divertido.

—Pensalo bien Mateo, soy joven y vivo sola, no será mucho tiempo para que vos estés en todos los que haga, planeo prender este depa, ¡esto se va a descontrolarrr!

Y ahora la risa de Mateo inundó mi departamento. Negó con la cabeza y me miró sonriendo.

—Aaaah, pero bien planeada y proyectada que sos. Me caes re bien. Porfa no te cambies a otro depa.

—Gracias gracias —contesté haciendo reverencias— No creo irme, apenas he llegado.

Me gustaba que fuera tan espontáneo y tan abierto, cualquiera que nos viese desde fuera pensara que somos amigos de toda la vida.

Él se sentó en mi sofá de cuero negro y puso su cabeza contra el respaldo suspirando. Le ofrecí un café y como asistió fui a prepararlo, mientras le preguntaba de su estadía y de cómo era la dinámica de las "casas". Me explicaba que debíamos avisar antes de traer un invitado y cosas aburridas que le dije que mejor para después riendo y negando.

Aunque quería quedarme muchísimo rato hablando con este vecino, ya casi se hacía la hora para entrar y no me podía permitir el llegar tarde, así que le comenté de mi tardanza y pues vaya sorpresa. Me dijo que me llevaba en el carro de su papá.

En el camino fuimos hablando y conociéndonos más, teníamos personalidades similares, veía que le gustaba la joda y conocer gente en cada lugar al que iba, que su comida favorita era panqueques al igual que la mía, que tenía un perrito llamado Bolt y que todos le llamaban Trueno. Esto último me dio mucha risa por la manera de combinar el nombre de su perro con su apodo, y lo molesté hasta que me dejó en la puerta del instituto donde daba clases.

Ya me había ganado un amigo.

Todo estaba empezando a encajar otra vez.

•••
Bueh, no hay muchos fanfics de rapers y voilá, tengo tiempo libre para satisfacer mis necesidades de fangirl con uno de los más guapos freestylers de Argentina, jeje

La primera historia que publico, espero les guste💕

Tan jodida | Replik [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora