Capítulo 4

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Mis piernas temblaron en cuanto me puse de pie a la madrugada.

El corazón me colgaba de un hilo en mi pecho, y estaba segura que no tardaría de caer hasta mi estomago.

Por ahora lo mantenía resguardado en mi garganta, con un nudo que me dejaba casi imposible respirar.

Había dormido poco menos de 5 horas, pero estaba lo suficiente cubierta de información como parasaber que hacer y a donde ir.

El castido del oeste era mi siguiente parada.

No podía estar cerca de Sesshomaru sin que me abordaran esas tremendas ganas por correr, y tampoco quería estar cerca de él teniendo la posibilidad de que el contenido de los libros fueran ciertos.

Estaría sola, y resolvería toda esta6maldita encrucijada por mis propias cuentas.

Suponía que también necesitaba tiempo a solas, por que quizá conocía menos de mi misma de lo que creía.

Por dios, si los libros eran veridicos; no tenía idea de nada.

Así que durante el camino de 2 horas que recorrí hasta el castillo del oeste me limité a pensar.

Y ahogarme de pensamientos que me guiaran a una respuesta.

O eso hasta que por fin; me encontré a un lado del arbol torcido que según los libros- marcaba el punto exacto en el que debía subir para llegar al castillo.

Quizá no había sido muy inteligente después de todo.

¿Como planeaba subir?

Pues bien, la idea me frustró.

¿Que esperaba? ¿De nuevo recibir la ayuda de Sesshomaru como en los libros narraba.

"Sujetarme de su armadura y elevarnos por los aires"

Sonaba tan irreal que me provocó un leve sonido de mofa.

Busqué a mis alrededores, y no hubo nada que me diera una mísera señal de que era posible subir.

Después de todo suponía que ni siquiera les pasó por la mente que algún humano entrara a ese lugar.

Y yo no era más que eso.

Pasé más de 30 minutos ideando un plan para subir, y pensé en absolutamente todas las opciones.

Algún Yokai, sango, kirara, e incluso Sesshomaru o Inuyasha.

Pero ninguna era en absoluto factible.

Y comenzaba a poner en duda la veracidad del dichoso castillo.

¿Acaso los hongos alucinógenos atcaron en alguna ocasión la mente de -lo que parecía- mi antepasada?

Una Kagome drogada...

Parecía la idea más cuerda.

Por lo menos quería poder ver algo, una pequeña señal de la existencia de el Castillo.

Me acerqué al arbol torcido a unos metros y sujete con fuerza una rama mientras acomodaba mi pie sobre el arbol, en un intento por escalarlo.

Y lo conseguí.

Proseguí con ello unos minutos más y a final mi cabeza sobresalió sobre las hojas de los arboles.

Era demasiado alto, pero podía soportarlo con un buen aferramiento al arbol.

Podían ser un poco más de 7 metros, y realmente la altura no me tranquilizaba.

Pese a ello no logré persibir nada en absoluto, solo un par de nubes.

Las crónicas del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora