Capítulo 9

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Atamos las armas.

Sellamos los gritos.

Difundimos la valentía y fundimos el acero.

3 Yokais tuvieron ordenes de buscar el campamento de Naraku.

Y al 6° día regresaron con una ubicación exacta.

Miré frente a mí a el ejercito que rodeaba la fortaleza que formaba el castillo.

Eran apenas 200 yokais.

200 personas que de alguna manera deseaban la cabeza de Naraku.

Yo sin en cambio, quería la perla.

No iba a byscar venganza por algo que no quería aceptar, por algo que de solo pensarlonposibilidad me hacía temblar.

Llevé la mano a mi vientre.

Nada jamás descansó en ese lugar.

Y aún si fuera así, era imposible regresar a ese tiempo.

A esos sentimientos.

Así que lucharía por que nunca nada así tuviera que pasar de nuevo.

Por libertad.

Para no atarnos a los caprichos que teniamos sobre la perla.

Las puertas de la habitación se abrieron a mis espaldas, pronto aparté las manos de mi vientre y la cabellera plateada de Sesshomaru entró en mi campo de visión.

-¿Por que sería mala idea que yo fuera? - Cuestioné a la advertencia que me había hecho días atrás.

-No tienes la mínima experiencia en habilidades, o formas de luchar - Quiza era verdad.

-Nada me impedirá ir.

-Lo sé.

Fruncí el ceño.

A penas habiamos conversado durante esos días y cada conversación era parecida a esta.

Corta, disfuncional y peculiar.

-Entonces es hora - Terminó por decir.

Asentí.

La única idea era terminarlo todo.

Aquí y sin más descenlaces.

Tomamos rumbo hasta donde se encontraba la guarida de Naraku.

Yo había aprendido un par de cosas en esos días.

Como la esfera de luz que te elevaba por los aires, el latigo que alguna vez (según los libros) llegué a utilizar con los lords y un par de cosillas más.

No fue dificil llegar hasta donde Naraku.

2 días y 1 noche a pie.

Y finalmente estabamos ahí.

Era dificil pasar a 200 soldados inadvertidos, así que entraron primero 5 personas.

Era seguro que con ellos fuera suficiente tomar la perla, asesinar a Naraku o sus extenciones.

Pero en caso de que estuvieran preparados, actuarían los demás.

Yo entraba hasta el final, al destruir la perla.

Solo debía esperar y mientras lo hacía entre las 195 personas restantes, observaba como los primeros cincos se adrentaban a la casa.

Sesshomaru al frente, observandolos.

De pronto, y sin ninguna señal; todo el lugar explotó.

Llevandose con sigo a los más fuertes.

Las crónicas del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora