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-Nunca subestimes a un omega, hijo. Que ellos sean considerados débiles en este mundo no los define, y mucho menos los cataloga como tal.

-¿Los omegas son más fuertes que todos?

-Créeme, lo son. Un día conocerás a tu omega y sabrás de lo que hablo.

-¿Pero mami no es la omega de Jaebeom?

La mujer rio ante la ocurrencia de su bebé de cinco años. Viendo esos pequeños ojos negros con cariño, deposito una suave caricia en su cabeza y con cuidado barrió los cabellos a un lado, exponiendo la frente de su cachorro para darle un beso dulce; de esos que llenan el corazón.

-Yo siempre seré parte de tu vida, bebé. Pero tú estás destinado a ser también de alguien... de alguien que pueda darte la mejor felicidad que alguna vez pudieras imaginar.

-¿Felicidad?

-Sí, mucha felicidad.- Sonrió.- Aun eres muy joven, pero sé que serás un alfa, y uno muy buen. Mi instinto de madre lo dice.- Los ojos del pequeño se iluminaron tras las palabras de su progenitora. Su pecho se hincho con orgullo y sus pequeños dientes se asomaron junto a los huecos donde algunos otros ya se habían caído para mudar.- Por eso nunca olvides, los omegas nunca son débiles. Tu dependes de ellos desde que naces y cuando seas grande sabrás como podrán dominarte si quieren.

-Eso no suena bien. – Dijo de repente, y en sus pequeños labios se formo un puchero que hizo reír a su madre.

-Pero es cierto.- Los dedos delicados de la mujer fueron barriendo su cabello hasta llegar a su mejilla derecha, acariciando suavemente la piel mientras lo admiraba y le seguía sonriendo.- Que dependas de uno no te hará débil. Te hará feliz, Jaebeom.

-Quizá tuviste razón, mamá.- Pensó en voz alta, bebiendo la lata de cerveza que había encontrado por casualidad en la nevera, mirando el fuego y la carne que estaba asando bajo la luz de la luna de esa noche.

Reclinado en una silla de campo, muy cerca y con música de fondo, intento pensar en todo lo que había ocurrido. Desde el punto donde tomo las riendas de la situación, hasta que por fin hizo llegar al orgasmo a aquel omega para que durmiera y lo dejara huir de una vez. Porque si. La primera gran y buena decisión que había tomado era la de salir de ese lugar apenas se aseguro que Jinyoung no estaba despierto para impedírselo.

Cuando dejo el cuerpo desnudo en la cama sintió por primera vez el pinchazo de su corazón, como si un presentimiento se tratara o un recordatorio de que esto estaba mal. Su alfa en definitiva le pedía que no lo abandonara, que se acostara, que lo abrazara y durmiera a su lado para llenarlo de su olor. Ese animal primitivo le gritaba una y otra vez que esperara a su lado para luego poder volver a degustar el placer de otra manera.

Si le preguntaban, Jaebeom tenía algo de miedo de si mismo por esos pensamientos y se pregunto que tanto tendría que hacer para eliminarlos de su cabeza ahora que por fin sabia el gusto de ese omega.

-Ja-Jaebeom... Duele... haz que pare... -Jinyoung seguía repitiendo eso una y otra vez mientras el miembro aun cubierto del alfa se refregaba contra su parte húmeda.

La tela del bóxer ajustado contenía un círculo grande de almizcle, había tanto que Jaebeom sospechaba que parte de sus jeans estaban empapados por culpa de ello y por su mismo semen que goteaba con imploro por salir de su miembro. El ambiente del cuarto eran sus aromas y los sonidos de gruñidos infinitos entre cada roce que iba proyectando encima del omega.

Sabía lo que Jinyoung le estaba implorando y que fácil hubiera sido para él solo sacarse toda la ropa de sus cuerpos para complacerlo. Para darle ese alivio al enterrarse muy profundo en sus carnes calientes y húmedas, e iniciar así con lo que significaba estar en celo; aparearse.

BE MY ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora