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-¡Mierda! ¡Mierda!- Eran las palabras que retumbaron en el baño, mientras de fondo el sonido de gruñidos y del agua cayendo se mezclaban como música.

Con los cabellos pegados a su frente, aferrándose con fuerza a la cintura con sus piernas y a los hombros con sus brazos, Jinyoung estaba recibiendo su séptima follada del celo. Sabía en el fondo que esta sería la última, el aroma de Jaebeom ya no era tan penetrante como antes, y sus instintos por morderlo parecían estar más aplacadas que la noche anterior; eso sí, sus labios dolían como el infierno.

Habían pasado prácticamente todo un día encerrados y teniendo sexo, entre ellas era la boca de Jinyoung la que era usada de mordisco para evitar que los dientes del alfa llegaran a su cuello. ¿Y si era difícil? Claro, muchas veces una más que otra, pero nunca perdió el control y mayormente solía captar antes de que esos instintos aparecieran en el menor.

Si no fuera porque conocía muy bien a Jaebeom y podía leer bien sus expresiones, el omega sabia que estaría jodido; y no en el sentido placentero.

En los únicos momentos que Jinyoung sintió que podía descansar fue cuando el pelinegro dormía o le permitía comer algo junto a él. Lo irónico de todo es que la mayoría de esas comidas siempre terminaban con el omega siendo penetrado, ya que las manos de cierta persona no podían quedarse quietas y en lo que eran unas caricias suaves, estas terminaban en un recorrido completo por cada parte de su piel. Estar sentado en el regazo del pelinegro tampoco es que fuera de mucha ayuda, pero hablando en términos animales, cuando los alfas despiertan sus instintos, aquellos que están a su lado, pasan a ser una posesión que deben tener siempre cerca y en este caso Jinyoung se había vuelto algo muy parecido a eso.

A veces era algo incomodo, el castaño no era muy amante de tener siempre alguien pegado a su cuello, oliéndolo y besándolo por todas partes, pero al pasar de las horas se fue acostumbrando. Sabía que ese tipo de actos siempre llevarían a tener sexo y eso, su omega, estaba feliz de recibirlo. 

Por primera vez había una paz entre lo que era él y su animal. Esta tregua era gracias a que ambos se sentían cuidados, apreciados y queridos. Nunca experimentaron esa sensación tan cálida, y aunque daba bastante miedo, no podían reprimir esos suspiros de felicidad cuando los brazos posesivos se aferraban a su cuerpo; al ser uno con su omega, ambos estaban en los brazos de su guardaespaldas personal y no importaba otra que eso.

-Solo te necesito a ti, mi omega...- Gruñó el moreno, mientras sus labios succionaban las gotas de agua en el cuello del mayor, ese que sin poder evitarlo soltó un gemido por sus palabras.- Mi omega...- Y para reafirmar sus palabras, las embestidas en el interior húmedo del castaño eran cada vez más constantes y agresivas.

Para ser casi el final de una etapa, Jinyoung sentía que el lado posesivo del alfa estaba a flor de piel. Sus palabras que afirmaban y prometían en silencio no dejarlo escapar. Sus acciones, donde apretarlo, unirse a él y aferrarse a su cuerpo eran actos que gritaban por todas partes a quien pertenecía. Mas consciente, tal vez estaría quejándose con Jaebeom, pero ahora que estaba gimiendo y siendo arrasado por el placer, todos los pensamientos en la mente del castaño eran simplemente nubes que se desvanecían rápido; tan deprisa como el dolor de cada penetración

-Jae... Jaebeom.- Gemidos lastimeros salieron de los labios hinchados del castaño. Su cuerpo se aferraba cada vez con más fuerza al del alfa, intentaba resistir con toda su voluntad pero lo cierto es que estaba a punto de correrse en cualquier momento y que su próstata estuviera siendo estimulada de esa manera no ayudaba.- Dios, ya no... no puedo.

-Puedo olerte...- Murmuro, y casi como si de un perro se tratase, Jinyoung fue olfateado por detrás de la oreja antes de recibir una pequeña mordida con un gruñido reprimido. –Eres hermoso... olerías mucho más cuando te mezcles conmigo y nuestros cachorros.

BE MY ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora