Querido amigo que me ayuda a ser mejor persona:
Decidiste darte por vencido, y está bien. Entiendo los motivos que me diste, te creo porque sé que no me mentirías... al menos no en eso. Pero duele.
Sabía que tendrías que irte. Sabía que en algún momento tendría que dejarte ir, pero que raro se siente que ahora sea realidad. No he querido salir de la cama desde el viernes pasado, y sin embargo lo hice. Quizá si me hubiera rendido cuando me lo propuse no estaría en esta situación. Y debes preguntarte cual.
Bien, te lo explico.
No he dejado de pensar en ti. Como alma y como cuerpo.
Tengo rondando en la cabeza tu manera de ver el mundo. Tu pasado y tus metas del futuro. Tengo tu mirada, tus labios y tus manos. Tus miedos, tus bromas y cada una de tus sonrisas.
Pero hay cosas que siempre quise saber. Como por ejemplo, cuál era el nombre de la chica que salía de tu casa y me saludó el otro día. Cómo suena mi nombre de la voz tu hermanito y que se sentiría ser parte de tu vida.
Y no importa que no lo descubra. Supongo que así como llegaste, sin darme cuenta, desaparecerás del todo y dejarás de doler. No te preocupes mucho por eso, no es un dolor fuerte. En realidad si tuviera que describirlo, diría que es cómo si hubieras acabado un libro que te captó desde la primera línea. No sé si lo sentiste alguna vez, pero es un vacío en el pecho que no llega a quitarte la respiración.
Sigo pensando en qué haremos cuando nos toque bailar la última canción. En que color de vestido usar. Pero son tonterías, lo pensaré luego... en unos meses, como para no sentir tu ausencia.
Ojalá que no te haya causado problemas, y que seas muy feliz. Personas como tú no necesitan que les den suerte, sino que hacen la suya. Ya te dije que te quiero, un poquito, pero te quiero. Nos vemos pronto, espero. Seguiré volando así como ya lo estas haciendo tú.
