05.12.14

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Me enamoré por primera vez a los trece años. Él tenía doce, pero se comportaba como si fuera mayor que yo. Recuerdo que me decía "preciosa", y le gustaba mirarme fijamente para incomodarme.

Nos hicimos novios un lunes doce de diciembre alrededor de las diez de la mañana. Ese día se fue temprano del colegio, y a la tarde me contó que su abuela había fallecido casi a la misma hora. Creo que debí darme cuenta, desde ese momento, que nuestra historia estaba maldita.

Él me dio mi primer beso, que por cierto fue robado.

Y me quiso mucho, quizá demasiado porque no me pude acostumbrar a la atención. Así que le terminé en enero del año siguiente. Ese verano descubrí cómo era dormirse abrazando una almohada para sentir que era él. Recuerdo que uno de esos días lloré tanto que mis padres pensaron que me había pasado algo malo, y sí pero yo no me daba cuenta.

Cuando volvimos a vernos, volvimos a ser novios también. Pasaban los meses y estar con él era como sentir el viento mientras vas de copiloto en un día soleado por la costa. Era mi mejor amigo, mi confidente. Sabía que decir y cuándo decirlo.

Compartíamos manías y mes de cumpleaños. Junio. Solía hacer de guardespaldas cuando había mucha gente y podían empujarme. Me cargaba de la cintura cuando nos besábamos, y a veces se aparecía atrás mío tapándome los ojos. Para mi cumpleaños me dio un perfume que olía delicioso en una bolsita dorada.

A los catorce pensé que había encontrado al amor de mi vida, obviamente me faltaba vivir. Nos inventamos todo un futuro juntos. Dos hijos, una niña llamada Bianca y un niño llamado Santiago; en ese orden. Una casa de dos plantas con la escalera interna de madera. Y de vez en cuando desconectarnos del mundo para quedarnos ahí. Solos en nuestro mundo.

Me regaló un llavero de peluche, era un conejo rosado; y yo siempre había odiado ese color. Me hacía cosquillas hasta golpearlo para que se detenga. Se recostaba en la mesa del comedor donde conversábamos y me miraba maravillosamente sosteniendo mi mano mientras yo le contaba de mi día.

Una vez me escribió un "Te amo" en la palma de la mano. Creo que fue la izquierda. Pero sé que lo hizo dos semanas antes de darme el puñal por la espalda.

Ya había llorado por él antes, pero de maneras distintas. Nunca por su culpa. Pero la primera vez que me rompió el corazón me dijo que ya hace bastante que no me quería. O me amaba. Lo que sea que él había sentido por mí alguna vez. Tuve de esos llantos que te dejan temblando. Lloré hasta el cansancio y supongo que me sequé por dentro porque no boté ninguna lágrima cuando él se lució con otra chica. Justamente la que yo siempre había odiado. Y esto último, justo un año después de empezar todo.

Mi primer amor, y mi primer corazón roto. En realidad, él me rompió el corazón muchas veces más. Aún después de haberme vuelto a enamorar. Por él dejé de confiar en las personas. Por él me sentí realmente estúpida en serio. Por él es que diciembre me vuelve intranquila, como si el fantasma de nuestra historia me persiguiera. Sin embargo, de alguna forma creo que todavía lo quiero y siempre lo haré. Todavía siento, en el fondo, que él me protege. Todavía lo extraño cuando el insomnio me trae recuerdos.

 Quizá si era el amor de mi vida. Pero que lo sea, no quiere decir que nuestro destino era seguir juntos. El destino se queda corto a veces.

-Memories-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora