Querido amigo que me ayuda a ser mejor persona:
Se suponía que dejaría de escribir sobre ti, pero he fallado. Como en un centenar de cosas más en el pasado.
Y que esperabas que hiciera si te me metiste en mi vida sin previo aviso y hechaste raíces en mi corazón. El corazón que tanto cuido, al que le levanté un muro tan alto que podía llegar hasta las estrellas. Te convertiste en mi mejor amigo, mi confidente. Te volviste la vocesita en mi interior que escucho cuando hay demasiada confusión aquí afuera. Eres la calma cada vez que estoy echa un desastre.
Diría tambien que podrías ser mi hermano, pero seamos realistas, uno no se besa con su familia. Al menos, no de esa forma.
Recuerdo haberme despedido de ti, tantas veces… quizá demasiadas. Me haz recordado a todas las otras a lo largo de mi vida, y ninguna ha sido menos dolorosa entre ellas. Recuerdo haberme enojado más con el destino. Pero contigo, amigo mío… amigo protestante y entercado, contigo no, porque no tengo que despedirme más.
Es una sensación rara, ¿sabes? Esto de estar segura que seguirás en mi vida. Usualmente se quieren ir, no quedar. Por eso ya no quiero fallarte, no quiero fallarnos. Se lo debo a toda la felicidad que me ha traído tu amistad. A todas las veces que no me sentí sola porque estabas tú, cerca o lejos, escuchandome. Tratando de ayudarme.
Aún no se con exactitud lo que he causado en ti. Sé que haz intentado explicarmelo muchas veces, pero mi inseguridad no me deja convencerme y tampoco soy tú, así que no puedo meterme en tus pensamientos. De todas formas, decía que no sé el efecto que tuve en ti; y no sé si se parezca a lo que tú hiciste conmigo. Ya te dije que me creo demasiado corriente... aunque eso te moleste.
No quiero acostumbrarme mucho a la idea de que seguirás aquí, no quiero decepcionarme luego una vez más. Pero siempre voy a tener miedo de perderte. Porque eres todo lo que dije y más.