Querido amigo que me ayuda a ser mejor persona:
Me prohibí a mi misma llorar tu ausencia. Me hice prometer que no dolerías en los días en que pensara en ti. Quise pensar que todo te iba a ir bien y que eso sería lo mejor.
Pero ya no puedo.
Eres la persona en la que más confío y me hacen falta nuestras conversaciones sobre la vida. Que me jodas hasta que me enfade contigo. Me hace falta tu sonrisa de estúpido cada mañana que me ayuda a sentirme más liviana por el resto del día, esa sonrisa que me recuerda que las cosas mejoran.
Este año perdí a muchas personas importantes para mi, y probablemente necesitaba que tú te quedaras en tu lugar. Aunque estoy consciente de que no puedo controlar tus decisiones, y está bien. Necesitaba al chico que comprendía lo que pasaba y me ayudaba a volver al camino. Porque me hiciste dejar de dormir en clase, tener al día mis apuntes. Dejé de maldecir todo el tiempo. Me hiciste volver a ser la que era. Cuando todavía veía con buenos ojos al mundo. Antes de que dejara de confiar en las personas, porque ahora creo en ti.
No tienes idea de cuanto lo extrañaba. Pero había algo que volvió junto con eso, y fue mi debilidad. Sólo que esta vez es un poco diferente. Ya no me desmorono con cada golpe, ahora lo resisto. Pero tanto resistir me destruye más a veces, así que es algo en lo que estoy trabajando.
Y hoy, gracias a las fuerzas divinas del universo, lloré por ti. Porque soy egoísta y me di el derecho de extrañarte como suelo extrañar a las personas que me importan. Lloré en silencio por un rato. Sin desear insaciablemente que vuelvas. Sólo era yo en mi sillón, pensando en ti.
Si quieres saber un secreto, sólo había llorado así antes una sola vez. Por mi papá.
También me sentí un poco extraña cuando me escribiste de nuevo unos dos minutos después de eso. Como si hubieses presentido que te llamaba con el alma. Gracias por volver aunque yo haya estado muy molesta como para responderte. Probablemente ni te lo imagines, pero no tienes idea de lo especial que eres en mi vida ahora.
