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Toru abrió su lata de refresco y le dio un pequeño sorbo. Ese día había sido muy ajetreado. El túnel, una vez más, le daba la tranquilidad que necesitaba.

Miró hacia arriba: Dalia nadaba junto a unos peces disco de diversos colores. Sonreía como una niña pequeña.

—¡Hola, Dalia! —dijo Toru, y ella le regresó el saludo con la mano. Traía puesto su sostén más bonito y un par de broches en forma de estrella en el pelo. Tenía los labios tan escarlata como sus ojos.

La sirena nadó hasta la parte más baja del túnel, cerca de donde Toru estaba sentado. él la apreció con detenimiento.

—Oh, cierto, hoy viene a verte el entrenador —dijo —. Jun no debió ponerte tantas cosas, tú ya luces bien —dejó la lata en el suelo —. Voy a echarte de menos cuando te vayas. Siempre me haces difícil el trabajo, pero de no ser así me aburriría demasiado.

Dalia se llevó las manos al pecho, cerró los ojos y besó el cristal.

—Ese es un beso —dijo Toru, enternecido —¿Es para mi?

Ella asintió, y el buzo le dio las gracias. Al poco rato apareció Hanako, compañera de Toru.

—Ah, hola Watanabe —saludó él, tratando de no lucir molesto por su presencia.

—Estás aquí en todas las horas de descanso. ¿No te aburres?

—No.

Hanako giró los ojos.

—El señor Rosenblum ya llegó y todos están saludándolo en el área Treasure. Vamos, dicen que es un hombre muy interesante.

—Prefiero seguir aquí.

—¿Sí sabes que es muy famoso?

—No tengo mucho interés en conocer a un suicida.

—¡No es un suicida! —Hanako miró a Dalia —. Oh, hola bonita. En unas horas alguien va a venir a verte, te va a agradar mucho, ¡es un encanto!

—Dalia va a comérselo.

La sirena miró a Toru con cierta tristeza. Hanako negó con la cabeza.

—Qué negativo eres. Dalia no es un monstruo.

—Claro que no, yo la aprecio mucho, pero eso es lo que va a pasar.

—¿Sí sabes que Rosenblum estuvo por dos años encargándose de alimentar a las sirenas del Mermaid Aquarium? Y no usaba nada más que su traje de baño. Incluso pasaba horas nadando y jugando con ellas. Ese hombre tiene algo, Enoshima.

Eso pareció despertar su interés. Toru se puso de pie, recogió sus cosas, y salió del túnel junto a Hanako no sin antes haberse despedido de Dalia. La criatura, emocionada, mató el tiempo jugando con los peces. En todo momento estuvo ajustándose el sostén y los broches, debía verse muy bien.

Joshua Rosenblum apareció poco después acompañado de Yukie. Dalia, escondida entre las algas como acostumbraba, lo miró: era alto, de ojos castaños y piel casi tan blanca como la de ella. Tenía el cabello oscuro y ondulado. Caminaba con mucha gracia y seguridad, tenía a Yukie embelesada.

—La última vez que vine aquí tenía como 18 años —le dijo él —. No creí que volvería, y menos para algo tan importante.

—En serio, es un honor tenerlo aquí.

Joshua miró alrededor.

—¿Dónde está Dalia?

—Ha de estar jugando, como siempre —dijo la guía —. Abra bien los ojos.

La sirena, imitando la expresión estoica que miró en el entrenador, nadó hasta quedar frente a ellos. Joshua la miró con los ojos muy abiertos.

—No parece real—dijo, acercando una mano al cristal —. Es...impresionante.

—Nuestra Dalia es lo más hermoso que tenemos aquí —dijo Yukie, orgullosa.

Dalia pegó los labios al cristal, como hacía unas horas con Toru. Joshua, divertido, hizo lo mismo.

La última DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora