Ahora que Dalia no estaba, Toru tenía una responsabilidad menos en el trabajo. En las horas muertas solía ir a su lugar favorito, el túnel, y leer mangas shonen o beber una gaseosa. A veces caminaba por ahí y ayudaba a alguno de sus compañeros. Le apasionaba mucho su labor, por lo que no le gustaba perder el tiempo.
En aquella ocasión ayudaba a su compañera Misa a alimentar a los pinguinos africanos. Uno de los más pequeños engulló un pescado en menos de un minuto, sin duda tenía hambre. Toru le acarició la cabeza.
—Oye, ¿es cierto que estás saliendo con el reemplazo de Kaede?—le preguntó Misa, sentada en una roca.
—¿Eh?
—Mai Kawamura.
Toru suspiró. Odiaba los cotilleos, por eso prefería irse al túnel a la hora del almuerzo.
—No, solo somos amigos.
—¿En serio? Pero si hasta he oído que la acompañas para los chequeos de Dalia. Tu no eres veterinario, ¿o sí?
—No, pero me agrada ver a Dalia. La echo de menos.
Hablaba muy en serio. Alimentar y dar sus medicinas a la sirena era lo que más le gustaba de su trabajo.
—Justo hoy acompañaré a Mai en otra visita—sonrió Toru—. Iremos al parque acuático Sakurai, ahí la tienen ahora.
Misa abrió los ojos a toda su expresión.
—¿Entonces es cierto que será la estrella de un show?
—Así es. Algo así como en Seaworld, pero con una sirena en vez de una orca.
—Qué escalofriante.
—Muy escalofriante, pero solo basta con que ella cante para que pierdas el miedo. Te lo digo por experiencia.
Misa siguió encargándose de los pinguinos sin hacer mucho caso a las palabras de Toru. él se fue de esa sección al poco tiempo y terminó sus labores. Después fue al baño a cambiarse de ropa y esperó a que Mai saliera de la clínica.
—¿Listo?—le dijo ella al verlo en el pasillo. Sonaba muy entusiasmada.
—Más que listo—contestó él. Ella era la única testigo (además de Joshua) de su abrazo con Dalia, la única que no lo tachaba de loco cuando él hablaba de ello.
En el camino hablaron poco. Sus temas eran los de siempre: Dalia, lo emocionados que estaban por la nueva película de Miyazaki y el buen clima. Al llegar, miraron la imponente entrada del parque. Estaba vacío y en silencio. La ultima vez que Toru había ido ahí junto a su hermana se abrumó por la enorme cantidad de gente que entraba y salía, también por el ruido y los olores diversos. Ahora era un parque fantasma, apenas y se oía una lenta melodía de vals desde adentro.
Mai sonrió.
—Hoy les corresponde pasar tiempo juntos sin los delfines, deben estar bailando.
—¿Bailando?
—Bajo el agua.
Mai lo tomó del brazo con confianza y entraron, recorriendo los pasillos con paso apresurado hasta llegar a la enorme piscina y las gradas. Tal como dijo ella: Joshua y Dalia no estaban en la superficie, sino hasta el fondo de la alberca. En la pantalla se proyectaba lo que captaban las cámaras bajo el agua: hombre y sirena se movían al ritmo de la música, sonriendo, viéndose fijamente. Tenían la gracia propia de los bailarines de ballet. Su química era impresionante.
—Esto es...hermoso—murmuró Toru.
Dalia había perdido su mirada animal. Parecía un ser de sentimientos complejos, un ser capaz de sentir y enamorarse como un ser humano. Toru apretó los labios, deseando ser él quien estuviera en el lugar de Joshua. Quería disfrutar el roce de los pechos pálidos y ver de cerca esos cabellos blancos moviéndose caprichosamente.
—Esa sirena sí que es un caso excepcional—dijo Mai—. Rosenblum es un domador de sirenas, por eso sale ileso. Pero que te haya dejado a ti con vida es impresionante.
Toru salió del hechizo un momento.
—¿De qué hablas?
—Ellas son seres depredadores. Esa atracción que irradian atrae tanto peces como hombres. Se sienten como en el cielo. Entonces ellas los devoran. Pero Dalia decidió no hacerlo. Ni con Rosenblum ni contigo. Ella es más inteligente que una sirena promedio, ha formado lazos.
El buzo siguió viéndolos: las manos entrelazadas, la ternura en esos dos pares de ojos color sangre. Dalia era la única de los dos que podía escuchar con claridad la canción, así que ella marcaba el ritmo del baile. Sensual, etérea.
Toru se mojó el labio inferior.
Joshua se dejaba llevar, mas solo en parte. Estaba maravillado, pero seguía en sus cinco sentidos.
—Creo que Joshua es inmune al encanto de sirena—dijo Toru.
—O es tan encantador como ellas—contestó Mai—. Todas las sirenas atraen hombres, pero empiezo a creer que Joshua es el unico hombre que atrae sirenas.
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La última Dalia
Short StoryEl Safaia es uno de los acuarios mas prestigiosos en todo el mundo gracias a su atracción principal: una sirena albina. Tras casi cuatro años de tenerla en exhibición, los directivos deciden que es momento de hacer algo diferente. Y para ello requi...