Dalia estaba en el tanque pequeño. Jun la había maquillado, peinado y vestido con uno de sus atuendos más elegantes.
La acompañaba un hombre que le tomaba una foto tras otra. Dalia posaba frente al castillo, sonriente. Toru le dijo unas horas antes que esas fotos estaría en el reportaje de Asami, serían vistas por todo Japón. Dalia ya estaba acostumbrada a la atención excesiva, las fotos y los reportajes. Nunca se había sentido tan querida y admirada, pero a pesar de ello, no era feliz.
El fotógrafo le indicó con un gesto que cambiara de pose y ella obedeció. Después de un rato llegaron Hanako y Toru para regresarla al tanque grande. Nadaron con ella hasta que fue hora de almorzar y entonces se fueron. Toru ya no se aislaba, Dalia echaba de menos los días en los que se quedaba en en túnel.
La sirena se acostó en el suelo del tanque y miró a los diversos peces pasar frente a sus ojos. Yukie una vez dijo que deseaba ser uno de ellos, ahora Dalia tenía ese mismo anhelo. Todo fuera mucho más sencillo si la naturaleza no la hubiera dejado a la mitad. ¿Por qué no ser totalmente pez? O mejor aún: ¿por qué no ser totalmente humana? Por muchos años estuvo conforme con lo que era, pero después de conocer y enamorarse de Joshua las cosas cambiaron.
El largo cabello blanco flotaba como las algas. Un par de peces ángel lo atravesaron. Dalia alzó una mano y dejó que uno de ellos se posara en el dorso.
Ella nunca había visto el encierro como algo malo. Estaba segura, y ahora era atendida por todos sin estar inerte, sentía sus pieles, el calor, sus miradas atentas. Sin embargo, seguía extrañando la casa Rosenblum. El tiempo pasaba, y las imágenes en su mente eran cada vez más vagas: la piscina, los rosales. Poco a poco olvidaba el olor del césped, del cloro y del café que Joshua tomaba, que de seguro seguía tomando, pero ahora con Yukie.
No la odiaba, entendía perfectamente por qué Joshua la eligió. Nunca hubo una competencia real, Dalia fue consciente desde el principio que él nunca la amaría, aún así el dolor se intensificó cuando supo que ahora estaban juntos. Creyó que ese ardor no podría empeorar, mas así fue: Hanako, Toru y Kenso empezaron a encargarse de la mayoría de los shows y las visitas a la casa Rosenblum cesaron. Ahora rara vez lo veía, y no siempre podía tocarlo.
Dalia se mordió el labio inferior. Recordó la voz de Joshua leyendo Hiromi ante la luz de las velas:
El amor de una sirena es para siempre. Embellece a quien lo posea.
El amo de Salia era suyo. Todo suyo.
Dalia no era más que otra de las tantas sirenas que se enamoraron de él y lo vieron partir.
Ella siempre estuvo orgullosa de saber que era más inteligente y sensible que una sirena promedio, y ese orgullo aumentó cuando Joshua se lo reconoció, pero ahora más que nunca deseaba ser tan fría como ellas. Así solo se dejaría llevar por el instinto, no sufriría por amor, no se cuestionaría una y otra vez lo absurdo de su existencia.
Liberó las garras negras y se acarició el cuello con ellas. Si tan solo en este momento pudiera convertirse en un pez, olvidar lo que alguna vez fue y lo mucho que amó. O, por el contrario, si pudiera ser humana y ahogarse ahí de una vez por todas.
Vio las enormes garras. Volvió a ocultarlas.
No, ella no era como Lorelei. La pobre Lorelei pasó toda su existencia en un acuario mucho más pequeño que aquel, totalmente sola. Nadie la tocaba, nadie le hablaba.
Si Dalia se mataba, muchos se pondrían tristes.
Esbozó una leve sonrisa. Estaba llorando.
Se incorporó al oír que alguien entró al tanque. Hanako y Toru habían vuelto. Dalia, feliz, nadó hacia ellos.
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La última Dalia
Short StoryEl Safaia es uno de los acuarios mas prestigiosos en todo el mundo gracias a su atracción principal: una sirena albina. Tras casi cuatro años de tenerla en exhibición, los directivos deciden que es momento de hacer algo diferente. Y para ello requi...