Capítulo 8

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—¿¡Me explicas qué fue lo que hiciste!? —inquirió Heather con impaciencia mientras caminaba a toda velocidad hacia nuestro salón de clases.

El metro setenta y cinco de Heather, sin sumar la altura que sus tacones de etiqueta le concedían, le otorgaban la ventaja de poder dar pasos agigantados y conservar la sublimidad de su caminar. A diferencia de mí, que daba pasos cortos y ligeros entre tropezones con mis zapatillas negras, las cuales exigían un urgente lavado.

—Lo siento..., pero Ross merece un pago—di un par de zancadas para reponer los pasos que perdí al intentar recuperar parte del aire que mis pulmones perdieron—, y lo que acordamos no es ni la mitad de lo que cobran los DJ de hoy en día—proseguí, agitada.

—Lo sé, pero estás al tanto del poco presupuesto que tengo, Hollie, no me puedo permitir estos gastos.

—Ross prometió darte su servicio completo, tenés todo lo técnico cubierto y por un precio súper barato.

—Espero que tengas razón—se detuvo frente a la puerta de nuestro salón al mismo tiempo que se giraba hacia mí—. Una cosa más, ¿qué fue ese intercambio de miradas con el ermitaño? ¿Creías que no me di cuenta?

—Él se me quedó mirando—respondí, colocándome una mano en el pecho. Mi corazón estaba acelerado, y apenas había corrido.

—Sí, y vos también.

—¿Mirarse significa algo?

—Significa que él vio algo en vos.

Sí, me vio de verdad, no como el resto.

—Tal vez solamente le agradé por defender su derecho a cobrar parte del dinero de la feria—me encogí de hombros, quitándole importancia al tema.

—Aún estoy enojada por eso.

—Me lo agradecerás—le sonreí antes de abrir la puerta y meterme en el aula.

La primera hora de clases le correspondió al profesor King, quien me sonrió en el momento que me disculpé por mi llegada tarde. Probablemente lo interpretó como una disculpa por mi mal trato de ayer, y si bien aquellas no habían sido mis intenciones, le devolví la sonrisa para sellar nuestra reconciliación.

El segundo módulo le correspondió a la profesora de literatura, quien fechó para la próxima semana un examen que ya tenía aprobado. Haría un cuestionario sobre la novela que nos había asignado leer durante las vacaciones, y yo ya la había releído tres veces.

—¿Tenés el libro? Ni siquiera recuerdo su nombre—se giró Heather hacia mí.

—Ni muerto has perdido tu nombre, de Luis Gusmán—respondí, observando cómo la profesora se retiraba del aula al mismo tiempo que la campana sonaba—. Heather, ¿en serio no lo leíste? No llega ni a las ciento cincuenta páginas.

—Estaba de viaje, Hollie—contestó, incorporándose de su silla.

—Podrías haberlo leído en el viaje—repuse, también levantándome.

—¿Y perderme las fiestas con los chicos lindos de la playa? —se rio mientras quitaba de su mochila un brillo labial—. No, gracias.

—Puedo pasarte un resumen este fin de semana—le propuse, observando cómo repasaba su boca con el liquido brillante del pintalabios.

—Te lo agradecería—me sonrió, cerrando el labial y guardándolo en su lugar.

—Hollie—me llamó una voz masculina a mis espaldas.

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora