Capítulo 4

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La primera hora de física concluyó con el sonido ensordecedor de la campana, la cual anunciaba nuestro correspondiente receso. Heather se levantó de su silla con suma elegancia y se acercó al profesor para entregarle los ejercicios que había solicitado para el final de la clase. En cambio, Julen directamente abandonó el aula tras despedirse de mí y del profesor, a quien le había dado su hoja veinte minutos antes de que tocase el timbre. Era un maldito genio, y yo una postulante para el primer lugar en el infierno. No podía sacarme de la cabeza aprovechar el momento para quitarle el cheque a Heather, que estaba dentro de su mochila, esperando por alguien que le dé su debido uso.

—Señorita Clisson, ¿terminó su tarea? —llamó mi atención el profesor, quien inesperadamente se encontraba a mi lado.

—Sí—susurré, extendiéndole mi hoja.

—Le faltaron cuatro ejercicios—observó con mala cara.

—No los entendí—mentí, otra vez.

—Al final del recreo pasaré a buscarla para mi clase de consulta, así nos evitamos malas notas, ¿le parece? —me miró por encima de sus anteojos.

Claro que no me parece.

—Claro—asentí, evitándole la mirada.

El profesor Oviedo, un hombre de cincuenta años que prácticamente pasaba su vida dentro del colegio, terminó por voltearse y salir del aula tras buscar su portafolios. Definitivamente ese hombre se aseguraría de explicarme después del receso cuatro ejercicios que entendía perfectamente, pero los cuales no llegué a resolver por simplemente estar planeando la usurpación de lo que sería un préstamo.

No será un préstamo, será un robo, me corrigió aquella voz interior que insistía en que haga las cosas bien. Yo no hacía las cosas bien, hacía mucho tiempo que no venía haciéndolas correctamente, ¿por qué decidiría actuar con razón una vez en mi vida? Sería irracional.

Heather se acercó a mi banco y me dio unas palmaditas en el hombro, llamando mi atención, nuevamente.

—Hoy dejaste tu cabeza en tu casa—comentó con una mueca, quitando rápidamente su mano de mi hombro.

Y mis ganas de vivir.

—Creo que la dejé en el trabajo de filosofía—me reí mientras me levantaba de mi silla—. Ya se me pasará.

—Eres una nerd—opinó, tomándome del brazo para conducirme fuera del salón.

Los recreos en el colegio se resumían en charlas sinsentido durante quince minutos simplemente para matar el tiempo y luego volver a la tortura de cada clase con cada profesor. No me gustaban los recreos, prefería que suprimieran esos quince minutos libres para reducir las horas dentro del colegio y así largarnos a un horario más temprano. Estar dentro del instituto durante tantas horas me hacía sentir encerrada, y no me gustaba estar encerrada, mucho menos con personas a las que debía sonreírles cuando estaba marchitándome por dentro, y cada vez más rápido.

—Hola de nuevo—se sentó Julen junto a nosotras.

Habíamos tomado asiento en una de las mesas del bufet, específicamente en la más alejada de la multitud de alumnos que generaban un bullicio insoportable para mis oídos, pero interesante para Heather, quien consideraba las charlas de cada un grupo un chisme nuevo para divulgar.

—¿No te cansas de saludar como un imbécil aprendiz de la realeza? Me estresas—escupió Heather con desdén mientras abría su barra de cereal.

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora