Capítulo 33

126 11 4
                                    

Había conocido una debilidad de Ross: decirle "te amo". Mitchel no entendía cómo podían amarlo, cómo podían valorarlo y cómo podían sentir tanto por él cuando él no podía sentir nada por sí mismo.

Ross era débil.

Y ahora yo estaba siéndolo.

Verlo caminar hacia el auto de Omar, en donde él lo esperaba con el brazo por fuera de la ventanilla que tenía bajada, me hacía sentir responsable de que no volvería a verlo para siempre. El siempre resultaba ser un tiempo tan largo como corto; a veces te prometes un "siempre" que resulta estar medido en días y capaz el nuestro no sería tan extenso o tan indefinido como creíamos, el único problema era que no lo sabíamos, y el no saber era lo que nos dolía, lo que nos volvía débiles.

Ross le dio la vuelta al auto y se detuvo frente a la puerta del acompañante. Lo miré directo a los ojos, oscuros y profundos, que habían resultado ser el reflector que me hizo sentir reconocida. Ya no eran oscuros, eran brillantes; estaban lagrimosos.

Debo decir que estuve a punto de correr hacia él para abrazarlo y pedirle una vez más que no se vaya, al menos para quedarme con la tranquilidad de que lo había intentado, pero Ross no me dio tiempo a avanzar, simplemente entró y se encerró allí, en el auto, como siempre lo hacía: encerrarse, distanciarse, evitarme. Porque me amaba, porque estaba enamorado, pero él no sentía eso por sí mismo, y ese era el problema, Ross necesitaba amarse para permitirme amarlo.

El auto abandonó la cuadra del colegio y me dejó parada en la vereda de ésta, con los brazos cruzados, ajustando mi cintura, cada vez más fuerte, cada vez más doloroso, cada vez más ahogante. Me faltaba el aire, pero una persona, la única que te daba oportunidades por más que no fuese posible, me devolvió lo que me hacía falta: Julen.

—Es increíble, ¿no te parece? Dejas ir al chico que amas y él se aleja de la chica que ama. ¿De qué novela estamos hablando?

—¿Qué haces aquí? —me giré para mirarlo—, ¿no era que no venías a fiestas?

—Vine porque Ross me comentó lo de su viaje y me dijo que te traería aquí para pasar una última noche con vos. Supe que estarías destruida.

—Estoy de pie.

—Porque te estoy sosteniendo. —Bajó la vista hacia su mano, que me sujetaba del antebrazo.

—No es necesario que me tengas pena, quiero que estés aquí por vos—me solté de su agarre.

—¿Ya no confías en mí? —me miró con el ceño fruncido—. Creo que debería ser al revés.

—Es la primera vez que te escucho reprocharme algo sutilmente.

—Tengo derecho, ¿no?

—Siempre lo tuviste. Me alegra que avances.

—¿Avanzar? Es una palabra fuerte, ¿no crees?

—¿Me darás la definición de la academia española?

—Una de las definiciones de la academia dice que es: "Adelantar, progresar o mejorar en la acción, condición o estado". No creo que haya mejorado, no después de hoy.

—¿Qué pasó hoy? —pregunté, interesada.

—Entendí lo que hiciste con Heather y conmigo porque lo que estaba pasándote resultaba ser un tema que nadie asumía y que vos querías que fuese así. Yo también tengo algo que nadie asume ni asumió y que quería que siguiera siendo así hasta hoy. Hoy era mi momento, pero mi oportunidad se acaba de ir.

—¿Tu oportunidad? —lo miré confundida.

—Ross.

—¿Querés viajar por el mundo y dejar de lado las matemáticas?

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora