Mi jueves se resumió en pasar los recreos con Ross, evitar por completo a Heather e intentar soportar las clases de mis profesores.
Sabía que hoy Heather quería que la acompañase a hablar con Gael sobre su embarazo, pero ninguna de las dos teníamos las intenciones de volver a hablarnos, así que, a la salida, solamente me despedí de Julen, quien se negó a merendar conmigo en lo del señor King porque se quedaría practicando con nuestro profesor de matemáticas para la competencia de fin de año.
—¿Pasó algo con Heather? —me preguntó antes de que saliese del instituto.
—Peleamos, pero ya lo arreglaremos—le contesté, segura de que volveríamos a hablar hoy por la noche.
Llegué a casa a la hora de siempre y mamá me recibió con una pila de libros que sacó de la biblioteca para que leamos el fin de semana.
—Son tres títulos, pero saqué dos de cada uno, para que hagamos una lectura conjunta—me comunicó ella, sonriente.
Había olvidado nuestro pasatiempo de "lectura conjunta", dejamos de hacerla desde que mamá pasó varias semanas en el hospital a causa de su primera operación, luego llegaron los cuidados, las recaídas, y nuestras rutinas empezaron a desaparecer.
Al día siguiente, el viernes, almorzamos juntas un puré de verduras y escuchamos la radio mientras hablábamos del concurso de matemáticas que Julen quería ganar este año.
—Cree que lo beneficiará para que lo idolatren en la universidad—le dije a mamá mientras pisaba con el tenedor un zapallo con papa.
—No estoy de acuerdo con seleccionar ganadores, creo que con ya anotarte en ese tipo de concursos mereces ser idolatrado—apuntó mamá, agarrando un bocado de puré en su tenedor—, no todos tenemos facilidad con matemáticas, por eso el premio tendrían que entregárselo a todos los que se destaquen.
—Explicárselo a Julen será difícil, siempre busca una manera de tener la razón—contesté.
Salí de casa a las doce, crucé las seis cuadras, llegué a la parada, saludé a Víctor, volví a sentarme con Ross, escuchamos música en el viaje, y me permití descansar mi cabeza sobre su hombro.
—Hueles a zapallo—me dijo Ross cuando bajamos del colectivo.
—Estaba muy rico, combinado con dos papas hervidas—respondí, dándole un pequeño empujón en cuanto empezó a reír.
—¿Siguen en pie nuestros planes?
—¿Planes? Pensé que solamente era uno: acompañarte al boliche.
—¿No ibas a visitar mi edificio también?
—¿Esta noche? —me giré para mirarlo.
—Sí, a la salida del boliche, podemos comer... ¿zapallo con dos papas hervidas? Mientras escuchamos Whitney Houston y contamos nuestras penas con una copa de vino en la mano.
—No consumo alcohol—confesé con una pequeña mueca.
—Bueno, ¿agua del manantial en una copa de vino te parece bien? Tal vez me emborrache con eso también.
—Me gusta el segundo plan—admití con una pequeña risa.
—Entonces queda—sonrió, rodeándome la cintura para acercarme a él y plantarme un beso cerca de la comisura de mi boca.
Realmente me gustaban ambos planes, pero no me gustaba la idea de tener que explicarle a mi madre que saldría con un chico a un boliche y que luego iría a su casa, probablemente para pasar toda la noche junto a él hasta el mediodía y, quién dice, una tarde entera.
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A dos caras | COMPLETA
Teen FictionHollie Clisson es una adolescente de diecisiete años que batalla contra la posibilidad de quedarse huérfana nuevamente, intenta amoldarse a las expectativas de quienes la rodean, y le ha estado mintiendo sobre quién es a su círculo social. Sin embar...