Capítulo 5

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Era un terrible error.

Un terrible pecado.

Una asegurada reserva en el infierno.

¡Una inmensa traición a mi mejor amiga y a mis principios!

Y a tu moral, agregó aquella vocecita insoportable que me insistía en devolver el cheque.

¡Y a mi moral!

Llegué a la puerta del laboratorio y la abrí sin siquiera dar dos golpecitos o pedir permiso de por medio, como para demostrar que aún conservaba los valores que Doris me había inculcado durante mis diecisiete años.

Mientras tanto robaste.

¡Deja de recordármelo!, contesté mentalmente, sintiéndome completamente loca. Ahora discutía mentalmente con mi voz moralista, ¿qué faltaba? ¡Ah, sí! Mi profesora de química mirándome con sus enormes ojos como si hubiese cometido el delito de mi vida.

Prácticamente cometiste un delito, el primero en tu vida.

¡Ya basta!

—Señorita Hollie—dijo por fin, recuperando la compostura. Creo que no estaba acostumbrada a que interrumpa sus clases como si fuese cualquier alumno del montón. ¡Era Hollie Clisson! Tenía respeto por cada clase, ¿¡cómo podía entrar así por así!?

—Disculpe—cerré la puerta, reaccionando—, tenía prisa, pensé que no llegaba a su clase profesora Mañarandegui.

—Entiendo—asintió, acercándose hacia mí—, tome asiento—me señaló una de las mesadas del laboratorio.

Caminé hacia la silla de la última mesada, ignorando el leve saludo que Julen me dirigió en cuanto pasé a su lado, y me senté en ésta dando un suspiro.

Me pesaba el bolsillo trasero de mis asfixiantes pantalones negros. Tenía el cheque de Heather, se lo había quitado sin que lo supiese, y se volvería loca cuando descubriera que no lo tenía, que no estaba ni siquiera entre los cuadernos y los libros que seguramente revisaría desesperadamente al mismo tiempo que me indicaba que yo revisara una vez más lo que ella había revisado. Tendría que soportar verla tan intranquila mientras intentaba pensar dónde estaba o quién le habría quitado el cheque que usaría para hacer su mejor y última fiesta. La fiesta que yo le había arrebatado solamente para salvar a mi madre.

Ya empiezas a sentirte culpable, y eso que todavía tenés la oportunidad de devolverlo, me sugirió mi voz interna.

Pero también tenía la oportunidad de llevarlo a casa, pagar las deudas y seguir con el tratamiento de mi madre.

Para sumar a mis desgracias, en la última hora nos tocó estar con King, mi profesor de filosofía, quien había entrado leyendo "It" con la excusa de que debía releerlo para ir al cine con su esposa a ver la película que se había estrenado ese mismo día.

Me compadecía de su esposa.

—¿Cómo vas con tu escrito, Hollie? —se acercó a mi banco en cuanto terminó de escribir en la pizarra.

—En proceso—mentí. Ni siquiera lo había empezado.

—¡Sé que me sorprenderás! —sonrió—, ¿leíste el libro que te recomendé?

—Todos los libros que me recomiendas son de Stephen—lo miré a los ojos, dejando de escribir en mi cuaderno—, y mamá no quiere comprármelos.

No tiene con qué comprarlos.

—Yo tengo todos, podés venir a casa para que te preste uno.

—¿Tan necesitado estás de tener a alguien que se fanatice por el mismo escritor que vos? —pregunté atropelladamente, exasperándome por su presencia. Sin embargo, me arrepentí en el momento que lo dije.

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora