Capítulo 13

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Alejarme del colectivo que me llevaría hacia el colegio para estar junto al chico que conocía todas mis verdades era una locura, pero sorprendentemente me encantaba.

Caminé dos cuadras mientras escuchaba a Ross hablar sobre un puesto de licuados que se había vuelto uno de sus favoritos, y entramos en un centro comercial que estaba casi vacío.

—Esto es nuestro—amplió los brazos, sonriente.

—¿Qué vamos a hacer? —me giré para mirarlo.

Ross me tomó de la mano y empezó a "patinar" encima del piso lustrado de azulejos blancos que se asemejaban a una pista de hielo. Recorrimos los pasillos riéndonos de nosotros mismos mientras intentábamos imitar las figuras de patinadores profesionales y nos contábamos chistes malos, sobre todo yo, que generalmente los escuchaba en los programas de radio.

—¡Tengo otro! —exclamé, tirando de la mano de Ross para que me prestase atención.

—Lánzalo—me animó, girándose sobre su lugar y estirando sus manos para que se las tomase.

Me gustaba tomarlo de las manos.

—¿Qué hace un chino con capucha? —lo sujeté de las manos, dejándome arrastrar por él por el resto del pasillo.

—¿Me imita? —se rio, echando su cabeza hacia atrás para quitarse la capucha negra de encima, la cual se había encargado de alborotar su cabello negro.

—¡Hace capuchino! —respondí, riéndome.

—¡Es muy malo! —se rio, deteniéndose y soltándome las manos.

—Dijiste que tenían que ser malos.

—Superaste mis expectativas—me apuntó, dándose la vuelta hacia uno de los comercios que había en el pasillo.

—Es una librería—me acerqué a la vidriera que estaba llena de libros.

—¿Te gusta leer? —se acercó a mí.

—Sí, siempre pido prestados en la biblioteca.

—¿Querés que compremos uno? —me preguntó.

Me giré hacia él con el ceño fruncido, esperando a que se burlara de mi cara de sorpresa o se riera de su propia propuesta, pero aquel momento nunca llegó.

—No quiero que gastes tu dinero en mí.

—Considéralo un regalo de disculpas por cómo te traté ayer, fui un poco... intenso.

—Con un "lo siento" me alcanza.

—Bien.

Ross entró a la librería y se detuvo frente a un par de estantes; repasó los títulos de los diferentes ejemplares con atención, sacó algunos para leer su contraportada y, ante el descarte, buscaba otros estantes en los que hurgar, siempre echándome un vistazo rápido que yo le devolvía sin escrúpulos.

Finalmente se decidió por uno de los tantos, caminó hacia la caja, conversó con el cajero como si fuesen amigos de toda la vida, y luego salió con un paquete en la mano.

—Regalo de mi parte, sin devolución—me lo extendió.

—Gracias—suspiré, recibiéndolo.

Rasgué el papel con pocos ánimos, ya que realmente no consideraba necesario la compra de un libro para pedirme disculpas.

—Mi planta de naranja lima—leí en voz alta.

—Tiene dedicatoria—apuntó.

Abrí la solapa de la portada y leí la primera página: "Lo siento, Hollie. Tu chico favorito: Ross"

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora