Capítulo 27

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Cada cuadra que cruzaba a pie se hacía un poco más larga que la anterior, y aunque Ross vivía por el mismo barrio que yo, hubiese preferido pagar un taxi para llegar a casa lo más rápido posible.

La falta de aire en mis pulmones, las lágrimas que rellenaban mis ojos, el sudor de mi frente y mis axilas, el cansancio de mis piernas, más el peso de cada maldito pensamiento, consiguieron saturarme hasta tal punto de tener que detenerme a dos cuadras de mi casa.

¿Qué harás, Hollie? ¿Por qué te desespera tanto llegar a una casa en donde solamente encontrarás más decepción?, cuestionó mi voz moralista.

¿A cuál otro lugar podría ir? No tengo a nadie dispuesto a recibirme y estar frente a Ross me da vergüenza, le contesté mentalmente.

Tomé aire, me até la remera de Ross a la cintura y empecé a caminar con más tranquilidad. Había corrido por la mayoría de las cuadras que me separaban de Doris y, si bien hacerlo me había ayudado a no demorar en un viaje que colaboraría con la culpa, terminé por llegar al punto límite de mi estado físico.

Me detuve frente a la entrada de casa, saqué mi juego de llaves, abrí la puerta, entré al vestíbulo y me encontré con mamá en bata junto a la abertura del pasillo. Su cabello rojizo estaba sujetado en una coleta alta y despeinada, pero su rostro seguía maquillado, aunque la expresión en él fuese la que me esperaba.

—¿La remera es de Ross? —preguntó, mirándola por un segundo.

—Sí—respondí, desatándome el nudo de tela que me había hecho sobre la cintura.

—¿Estuviste con él?

Sabía a qué se refería.

—Mamá...—susurré, bajando la vista.

—Está bien, solamente quiero saber si...

—Sí—la interrumpí, volviendo a mirarla.

—Heather está embarazada.

Lo había dicho más como un reproche que como un comentario.

—No voy a terminar como ella, ¿sí?

—Yo no estoy diciendo eso—se cruzó de brazos, apoyándose contra el margen de la abertura del pasillo—, lo que pasa es que me la encontré ayer en la reunión de padres.

—Lo sé, la vi hoy.

—Parece que no le afecta, pero entre ella y yo... Heather estaba destruida—comunicó, dando un par de pasos al frente.

—Perdón—lancé, de la manera más honesta posible.

—¿Por qué te disculpas conmigo? —frunció el entrecejo, aunque noté en sus comisuras las intenciones de sonreír—. Deberías empezar por perdonarte a vos misma, porque vos nos sos así.

—¿Cómo sabés que no soy así? —cuestioné, dejando caer mi mochila a un costado de la puerta.

—No te enseñé a robar dinero ajeno ni a mentir sobre quién eres.

—¿Y quién soy?

—Mi hija, y no entiendo por qué te avergüenzas de ello.

—¿Qué? —me confundí al escucharla—, ¿quién dijo que me avergonzaba de ser tu hija?

—Esconderles a tus amigos que fuiste adoptada por mí me hace entender eso, Hollie.

—Le escondí a mis amigos que soy adoptada porque no quería pasar por el mismo calvario que pasé en primaria, mamá—le confesé sin rodeos.

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora