Capítulo 32

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Lo sentía, pero no sabía decirlo.

Es difícil expresarse cuando sabés que lo que estás por decir probablemente sea consecuente. No sé si la persona lo sabe o necesita escucharlo, pero yo necesito decirlo, necesito reconocérmelo y necesito, más que nada, vencer el miedo a decir. A decir la verdad.

Heather con suerte me saludó cuando entré al salón del colegio, tuvo la amabilidad de preguntarme cómo estaba, pero yo preferí contestarle con una mentira, no solamente porque no sabía responder a aquella pregunta con franqueza, sino porque también quería evitar que ella se sintiera comprometida a escuchar las razones por las cuales no estaba bien.

—¿Vos cómo estás? —le pregunté, a pesar de que percibía su malestar por el exceso de corrector que se había colocado debajo de sus ojos, las sombras rosadas en los párpados oscuros, el rímel en las pestañas, los labios brillantes, la base en su piel..., cada detalle en su rostro, cada sector cubierto de manera exagerada con su maquillaje de etiqueta delataba que quería esconder algo.

—Estoy bien—respondió mientras acomodaba las servilletas en las mesas de los estudiantes.

No estaba bien, ambas lo sabíamos, pero ninguna de las dos tenía la valentía de expresar cómo se sentía.

Ross, antes de llegar al colegio, me había confesado que Gael, el padre del hijo que Heather esperaba, desapareció a los pocos días que le dieron la noticia. No sabían a dónde se fue ni por qué había tomado una decisión tan cobarde como aquella, pero su número de celular ya no estaba disponible y sus padres, que no tenían mucha idea de lo que hacía su hijo, no lo habían visto desde principio de año. Gael había resultado ser un prófugo de su realidad y Heather una joven desamparada.

Lamentaba muchísimo no poder hacer nada para que Heather supiera que estaba acompañada, pero es que ella estaba imponiendo un espacio entre las dos que no conseguía romper.
Probablemente se sentía traicionada y sola; el padre de su hijo le había dado la espalda y yo le había mentido cuando, supuestamente, nos decíamos toda la verdad.

—¿Sabés si abortó? —le pregunté a Ross, quien estaba desenroscando los cables de las luces.

—Deduzco que ha decidido tenerlo y por eso se fue Gael—me contestó, echándome un vistazo—. ¿Qué hubieses hecho vos?

—Ambas son decisiones difíciles, no lo sé.

—Bueno—centró sus ojos en mí—, ambas están bien.

Me detuve a mirar a Heather y noté lo cuánto que había cambiado su esencia desde que recibió la noticia, desde que sus padres se enteraron y desde que el colegio empezó a crear el rumor de que "estaba embarazada" porque la habían visto vomitar en mis zapatillas. Su reputación y ella en sí había sido perjudicada por una cuestión que, siendo revertida o no, marcó y marcaría su vida eternamente.

—¿Es mi culpa que ella esté así? —pregunté, pensando en que, si no hubiese robado el dinero de Heather, la fiesta nunca hubiese existido.

—No tenés que responsabilizarte de todo lo que pasa, Hollie—me respondió Ross, acercándose a mí.

—Lo hice todo mal, ¿no? —lo miré.

—Hiciste lo que pudiste—asintió—. Nadie puede juzgarte, todos hemos cometido errores.

—Pero los errores están mal.

—Los errores son propiamente humanos, tal vez en el momento lo consideraste necesario.

—Lo consideré fácil—lo corregí, sintiendo un nudo en la garganta.

—Porque estabas en un momento difícil. ¿Creíste que era correcto ir por lo fácil?

A dos caras | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora