Capítulo 30

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Micaela

Decir que no estaba nerviosa sería mentir. Las manos me sudaban como nunca y el corazón me latía desbocadamente. ¡Había llegado el día del concurso!
—¿Segura que estás bien?—. Me volvió a preguntar mi hermano que lucía normal y como si no estuviésemos a punto de salir a la pista con el jurado mirando hasta el mínimo detalle y las demás personas atentas al espectáculo que todos brindaríamos.
—Sí, solo son los nervios—.
—Por cierto, te tengo una pequeña sorpresa—. Haciendo que parara de retocarme el maquillaje, giré a verlo con curiosidad.
—¿Cuál? ¡No me digas que al final nuestros padres lograron venir!—.
—No, lamentablemente no pudieron venir, pero… otras personas sí vinieron para acompañarnos—.
—¿Quiénes? Ya me tienes intrigada.
—Si quieres saber la respuesta, deberás averiguarlo por ti misma—. Frunciendo el ceño, él me señaló la puerta. Sin esperar un segundo más, me apresuré a abrirla para encontrarme con Ana, su marido y su pequeño bebé Edward.
—¿Pensaste que nos íbamos a perder el concurso y más si en ella está mi mejor amiga?—. Sin saber qué decir, atiné a abrazarla. ¡No podía creer que estuviese allí!
—No sabés cuánto me alegra tenerlos aquí—. Saludando a Harry y dándole un pequeño beso a su hijo, los hice pasar para que pudiésemos hablar un rato, pero el tiempo apremió y en cuanto menos lo esperé ya estaba con mi hermano sobre la pista. Antes de centrarme en lo que decían los jurados, miré por última vez a nuestros amigos y me llené de esperanza.

Sebastián

Verla sonreír hizo que me pecho sangrara nuevamente de dolor. ¿Por qué ella podía ser feliz y nosotros debíamos seguir en la misma mierda de siempre? Dejando de observarla, miré a Sara y su cara antes de reflejar tristeza o ira estaba radiante.
—¿Por qué estás tan feliz? Tienes a la asesina de nuestro hijo enfrente de nosotros y más que ver una pizca de venganza en tus ojos veo felicidad. Realmente no te entiendo, Sara—. Agregué un poco fastidiado.
—No, no lo es, Sebastián—. Bajando la cabeza, su rostro palideció.—Aunque duela, uno debe hacerse cargo de sus actos y por ende, de sus consecuencias—. Mirándome a los ojos, comprendí su dolor.— Si yo no hubiera salido a la ruta ese día, seguramente la historia sería otra, pero no fue así y debo hacerme cargo de ello, como así también de tu responsabilidad—. Tratando de decir algo a mi favor, una mirada fue suficiente para silenciarme.— Y así como te pedí perdón, llegará el momento en que lo haga con Mica—. Queriendo esa vez decirle que no estaba de acuerdo con su decisión, volví a callar al escuchar la voz del jurado que debíamos prepararnos para la primera ronda.
Así, el concurso fue siendo poco a poco el centro de atención y cuando menos lo esperaron, había pasado la primera ronda, luego la segunda para llevar finalmente a la tercera, la cual iba a ser la definitiva para calificar a la final. Entre las cuatro parejas que todavía permanecían en juego de encontraban nuestros protagonistas, quienes buscaban seguir avanzando, pero lo que no se esperaban era una pequeña modificación del jurado, la cual iba a determinar que algunos ganaran y otros perdieran. En cuanto escucharon la decisión y la posterior distribución de los participantes, Micaela no tuvo más remedio que morderse la lengua, e irse con su nueva pareja, Sebastián.

Micaela

Si esto significa cavar mi propia tumba, dentro de unos minutos yacería bajo tierra. Tratando de calmarme, me acerqué para tomar posición y en cuanto estos dieron que bailaríamos algo lento, supe que en ese momento ya estaba muerta. A regañadientes tomé su mano y sin mirarlo a los ojos, traté de no tensionarme más.
—¿Acaso ya no te diviertes?—. Dijo, ganándose mi atención momentáneamente al darme cuenta que tenía que empezar a moverme al ritmo que le música me marcaba.
—No entiendo de qué me hablas. Solo estoy disfrutando del momento.
—Sí, me imagino. Pero lo que no sabés es que otros están sufriendo mientras vos hacés como si nada hubiera pasado—. Tratando de agregar algo, dejé que me levantara del piso para hacer una pequeña voltereta.—Por ejemplo, Sara. ¿O ya te olvidaste que perdió a nuestro hijo? Pero, ¿qué puedo saber como vos de ese dolor?—. Continuando metida en el baile, rogué terminar lo antes posible.—Hace un rato me dijo que nunca te perdonaría y estoy de acuerdo con ella—. Sin evitar su mirada llena de odio, no vi su clara intención de desconcentrarme hasta que fue demasiado tsrde.—Porque jamás dejarás de ser la asesina de nuestro hijo—. Y ese fue el momento en el que escogió hacer otra voltereta más complicada en la que por estar distraída y dolida por sus palabras, terminé cayendo mal, en tanto que él hacía una reverencia para acabar con aquel baile que seguramente sería el último de aquella noche. Había permitido que me envenenara el alma y eso jamás me lo perdonaría.
—¿Estás bien?—. Susurró mi hermano cuando estuvo de vuelta a su lado.  Negando con la cabeza, lo abracé esperando que solo sucediera un milagro, algo que no llegaría el coronar como finalistas a ellos y a una de las otras que también tuvieron que acatar las exigencia del jurado.— No importa, quedamos en cuarto posición, hermana. Para empezar está bien—. Murmurándome palabras de ánimo, dejé de escucharlas en cuanto Sebastián me sonrió con cierta burla al ver mis lágrimas bajar por mi rostro.
—Antes de irnos, necesito hacer una cosa—. Sin dejar que me contestara, me acerqué a Sebastián para darle una bofetada sin importarme la mirada de los demás.—Espero que estés muy feliz. Me has destruido, ¡felicidades a ambos!—. Dirigiéndoles una última mirada, me giré y tomando mis cosas decidí salir de aquel lugar. Todo lo bueno de mi vida se estaba derrumbando de nuevo y debía huir antes de que mi corazón tuviera el mismo final.

Mi último baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora