Era curioso cómo habían ido avanzando los sucesos desde que abandonaran su apartamento. Ahora eran solo Fer y Keveth en el despacho de la reina, al final era como si todo se redujera a eso, a ellos dos.
La reina tuvo que marcharse, la vinieron a buscar con noticias importantes de las que tenía que hacerse cargo, aunque Fer no pudo enterarse de qué se trataban esas noticias. Antes de irse le dijo a Fernanda que disponía de un día y una noche para pensar, de lo contrario ellos recurrirían al plan b y Fer intuyó que el plan b no iba a ser bueno para el bienestar de Elliot. Una vez se fue la reina, Fer se puso de pie y caminó de un lado a otro por el despacho, todo le parecía una locura. Elliot, jamás pensó que volvería a saber de él, para ella el pelirrojo no sería más que un lindo recuerdo de lo que jamás podría ser y ahora sucedía esto. ¿Le volvería a ver? Más que eso, ¿realmente estaba considerando ayudar a la corte de las Flores?
—Me gustaría saber en qué estás pensando —habló Keveth, tan directo como siempre. Fer se detuvo a mirarlo. El permanecía sentado en el sofá, pero su mirada estaba centrada en la corona que la reina había dejado sobre el escritorio.
—Uno pensaría que después de esa historia cuidaría más su corona —comentó Fer y Keveth ladeó una sonrisa tan pequeña que si ella no lo conociera quizás no la hubiera adivinado. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Desde cuándo sonreía ante comentarios de ella? ¿Desde cuándo hacia bromas o soltaba sarcasmos?
—La reina confía en mí, por eso la ha dejado aquí. Además, intuyo que no cualquiera puede robarla. Ya la escuchaste, la corona tiene magia propia. Creo que es capaz de defenderse.
—Es un objeto —señaló Fer, Keveth la miró por fin.
—Un objeto mágico, y la magia es, de cierta manera: vida. Ahora, retomando el tema, pregunté qué pensabas, estoy seguro que tus pensamientos no giraban en torno de esta corona. —Era cierto, Fer se cruzó de brazos y desvío la mirada de él y la centró en el suelo.
—Ella dijo que estuviste en el equipo de infiltración. ¿Viste a Elliot?
—Lo vi. —Fer intentó controlar su aprensión.
—¿Y? ¿Cómo estaba? ¿Está bien, viste si lo amenazan con algo?
—¿Por qué asumes que es una víctima? —Fer descruzó los brazos, eso parecía un súper poder de Keveth: la hacía enojar en un segundo.
—Conocí a Elliot, adoraba Daha. Creía que era la cosa más hermosa y maravillosa que había conocido jamás. Nunca haría nada que atentara contra eso. Además, están sus guías. Una vez le vi hablar con Aziza y por lo que vi, le tenía mucho aprecio. Dudo que haga algo para lastimarla. —Keveth siguió su ejemplo y también se puso de pie.
—¿Crees que le conociste lo suficiente como para hacer esas afirmaciones? Hablaste con él solo un par de veces y ustedes los humanos, son complejos. Nunca llegas a conocer por completo lo que esconde el corazón humano.
—¿Qué quieres decir? —Keveth se acercó, por instinto Fer cruzó los brazos de nuevo, como si con eso pudiera crear alguna especie de barrera invisible que la protegiera de su antiguo mentor.
—Le vi. Y no vi a un prisionero, no vi a alguien siendo amenazado. De hecho, estaba entrenando.
—¿Entrenando?
—¿Recuerdas ese truquito que usé contigo en el torneo? ¿Cuándo te hice beber la sangre de Walden y tuviste alas por unas horas? —Fer contuvo el sentimiento que aquel recuerdo traía consigo. Claro que lo recordaba. Había sido una cosa maravillosa, tener alas, volar, hacer piruetas en el cielo. Pero era algo que no pensaba reconocer, así que solo asintió y Keveth continuó—. Hicieron lo mismo con él. Estaba en unas arenas de combate luchando con otra hada y él volaba y reía.
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La senda de la corona [La senda #3]
FantasyTERCERA PARTE DE LA SENDA Keveth y Doriat aparecen de nuevo en la vida de Fernanda pidiéndole que les acompañe de regreso a la tierra de las hadas, esto porque la reina de la corte de las Flores tiene una petición importante que como ya es costumbre...