Pasarían toda la tarde y la noche viendo películas. Mili había descargado El señor de los anillos y El Hobbit, pero decidieron ver una de cada, por lo que también verían Van Helsing y la ultima de Harry Potter. Era una elección completamente aleatoria y que respondía al estado de ánimo inquieto en que se encontraban las dos desde que vieron el humo salir de la pastelería. Fer intentó concentrarse en las películas, pero lo cierto era que no podía.
Con un bote de helado de chocolate en las manos, cada vez que se llevaba una cucharada a la boca, era inevitable que sus ojos se fueran al anillo. Al condenado anillo. Mili también parecía un poco ida, con todo y eso en ocasiones decía los diálogos de los personajes, aunque parecía más un acto reflejo. Estaban a la mitad de La comunidad del anillo cuando el timbre sonó. Fer puso pausa e intercambió una mirada con Mili, esta enarcó una ceja.
—¿Esperabas a alguien? —Fer miró la hora en su teléfono celular, eran las cuatro y media, a esa hora ella estaba siempre en la pastelería y no le había informado a nadie de lo que pasó en el local, por lo que no parecía probable que alguno de sus conocidos fuera a buscarla a esa hora. Fer se bajó de la cama y comentó mientras salía de la habitación.
—Debe ser la vecina.
Mientras se acercaba a la puerta se convenció de ello. Su vecina en ocasiones llamaba a su puerta para pedirle café, sal o incluso huevos. Pero cuando Fer abrió la puerta fue como si se adentrara en una pesadilla de la que llevaba meses intentado escapar, erradicar de su mente. Quedó literalmente congelada, con la mano en el picaporte de la puerta, los ojos muy abiertos, la quijada caída en una mueca de horror creciente. Entonces la cerró. La estampó contra el marco de la puerta, como si con eso pudiera borrar el horror que le mostraba. Pero volvieron a tocar, y Fer casi pudo escuchar su suspiro exasperado. Así que se armó de valor, el corazón golpeando en su pecho y la abrió, pero estaba vez solo abrió una rendija y asomó un ojo por ella. Allí estaban, allí estaban.
—¿Podemos dejar de jugar? —Por supuesto el primero en hablar fue Keveth, tenía una mueca de exasperación y una mirada dura. Tras él, Doriat ostentaba su sonrisa fácil de siempre.
—Hola florecilla, lamento la sorpresa. —Fer cerró la puerta de nuevo. Simplemente no podía, eso no podía ser cierto. Miró a su alrededor, intentando convencerse de que aquello lo estaba soñando. Pero de nuevo tocaron a la puerta, esta vez de forma más dura y desesperante. Mili apareció entonces.
—¿Qué pasa, quién es? —Mili lucia ligeramente alarmada, de seguro la mueca de horror en el rostro de Fernanda debía ser muy obvia.
—Es... —Pero Fer no hallaba como explicarlo. ¿Qué se suponía que debía decir? Keveth le ahorró la respuesta pues desde el otro lado, con su voz de exasperación, exclamó bastante alto.
—Esto es molesto, Fernanda. ¿Acaso olvidaste todos tus modales? Deja la tontería y abre la puerta, tenemos que hablar. —Mili enarcó una ceja, pero entonces se acercó a Fer y susurró.
—¿Qué pasa? ¿Es un acosador? ¿Llamamos a la policía?
Fernanda no creía que la policía fuera de ninguna ayuda y lo cierto era que tampoco podía pensar en Keveth como un acosador. Pero no podía explicarse qué hacían ellos allí, era imposible. Ella los había rechazado, ellos la habían dejado en su mundo, ella no tenía que volverlos a ver nunca más.
—Fer, amiga, me estas asustando.
Keveth no volvió a hablar. Fer apretó la mano de Mili para decirle de alguna forma que no se preocupara, porque se dio cuenta que se hallaba sin voz. Se acercó al ojo de pez de la puerta y miró hacia afuera. El pasillo estaba desierto. Sintió un ligero alivio en su pecho. Fue una alucinación, eso debía ser. Algo de tipo estrés post traumático y estaba viendo cosas en donde no había nada. Dejó salir un suspiro y se volvió a Mili.
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La senda de la corona [La senda #3]
FantasiTERCERA PARTE DE LA SENDA Keveth y Doriat aparecen de nuevo en la vida de Fernanda pidiéndole que les acompañe de regreso a la tierra de las hadas, esto porque la reina de la corte de las Flores tiene una petición importante que como ya es costumbre...