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Elliot

Cayó con un golpe sordo sobre un escritorio. Por suerte su mochila amortiguó el golpe, el primero al menos, porque luego rodó y se estrelló en el piso. Se paró adolorido y un poco desorientado. Poco a poco su visión comenzó a enfocarse. Estaba en la oficina de Walden en El humano ahogado. Arwin estaba de pie cerca de una pared, la falda de su vestido gris estaba un poco enredada en las espinas de la enredadera que cubría la pared. Walden estaba tras su escritorio, con la quijada apoyada en sus dos manos juntas.

Elliot se paró molesto, arrojó la mochila en el escritorio de Walden y demandó.

—¿Dónde está?

—¿Te refieres al arma?

—Por supuesto que me refiero al arma. El plan era accionarla mientras estuviera en Daha. —Elliot se acercó y abrió la mochila—. Pero no está. ¿Me explicas por qué?

—Tengo entendido que te revisaron al entrar, ¿verdad?

—Dijiste que no la verían.

—Exacto, eso era porque mientras pasabas a Daha la traje hasta acá, y planeaba volver a enviarla a tu mochila mientras estuvieras en el castillo de la reina Beth, pero... cambié de parecer. —Elliot estaba loco de ira, pero se contuvo. Miró a Arwin.

—¿Por qué se lo permitiste?

—Solo soy un hada joven, Elliot. No puedo hacer demasiado para convencer a un antiguo. Además, en realidad no sabía que no te la había enviado. —Elliot miró en derredor, la esfera no se veía por ningún lado.

—¿Dónde está, Walden? —El antiguo rio. Era todo dientes blancos, ojos brillantes. La verdad era que se veía aterradoramente hermoso.

—En un lugar mucho más interesante que Adah o Daha. Está en... digámoslo así: uno de los tantos bosques que comparten territorio con ambos reinos. Veras Elliot, te estuve observando con Fernanda todo el tiempo, y me pareció tan entretenido que pensé, ¿por qué no hacer de esto algo mucho más divertido?

—¿Divertido para quién?

—Para mí, por supuesto. Ahora creo que tú y Arwin deberían ir con esas lindas prisioneras tuyas. Antes tengo una visita que hacer. —Elliot estaba completamente anonadado. ¿Qué demonios había pasado? ¿Walden los estaba traicionando? Pero no parecía eso. Aunque no estaba muy seguro de qué parecía—. Ah por cierto —exclamó Walden mientras se ponía en pie y se ajustaba su chaqueta azul—. La próxima vez que quieras que alguien coma una fruta alterada con una de mis pociones, no deberías ser tan obvio.

Dicho eso, salió del despacho. Elliot se dejó caer en la silla. Estaba molesto, sorprendido y algo alicaído.

—Volviste solo, y por lo que dijo Walden, asumo que no lograste convencer a la humana, ni tampoco hacerla beber la pócima que la reina le compró a Walden. —Elliot comentó luego de dejar salir un suspiro de molestia.

—La verdad Arwin, es que no estoy de humor para escuchar comentarios sobre cómo solo soy un humano perdedor que no pudo llevar a cabo sus planes.

—No era eso lo que trataba de decir.

—¿Ah no? ¿Y qué intentabas decir? A ver, dime. —Arwin se acercó al escritorio y se sentó sobre este. Cruzó las piernas, pronunciando la abertura del lateral de su vestido gris. Apoyó las manos a sus costados y se inclinó hacia adelante, su cabello verde enmarcándole el rostro.

—Intento decir que vas a ser un rey, Elliot. No necesitas artimañas, ni trucos para reclamar las cosas que quieres. Lo único que necesitas es convicción e incluso: poca piedad.

La senda de la corona [La senda #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora