Epilogo

168 23 25
                                    


Thios


—Nunca debes llorar de nuevo —sobre la punta del dedo índice de Arwin se sostenía una lágrima sólida. Parecía una pequeña gota de cristal. Esa lagrima fue redamada por Thios cuando ya no pudo contenerla más. Se encontraban en una de las tantas habitaciones del castillo. Thios exigió que construyeran muchas cuando mandó a hacerlo. Quería que el lugar tuviera muchos pasillos, muchas escaleras, muchos pisos y muchos cuartos. Era como un laberinto mágico.

—Te perdí. —Él dijo, tenía sus manos apoyadas en las rodillas de ella quien permanecía sentada a la orilla de la cama, con una capa sobre su cuerpo desnudo—. Y te he recuperado, me sorprende no haber estallado en llanto en medio del salón de los tronos. —Ella meneó la cabeza en negación.

—Y una suerte que no lo hicieras. ¿Tienes idea del poder que contiene una lágrima de hada? Más la lagrima de un rey. Un rey... vaya... lo lograste, ¿eh?

—No lo habría hecho sin ti. —Los ojos de Arwin brillaban mientras enfocaba la mirada en la corona sobre la cabeza de Thios, que al estar arrodillado frente a ella quedaba a la altura de sus ojos—. Te he extrañado y te necesito, ahora más que nunca. —Ella le miró, preocupación escondiéndose detrás del brillo de sus ojos.

—No me gusta tu tono. Pensaría que estarías feliz. Lograste todo lo que querías. Una corona, esa chica.

—Algo me está pasando. Mi pecho —Ella asintió interrumpiéndolo.

—Oh... lo entiendo. —Miró la lágrima en su dedo índice, la llevó atrás de su oreja y dejó que la lágrima se adhiriese a su piel, al tiempo que decía—. Más tarde buscaremos un lugar mejor para guardarla. No le comentes a nadie de esa lágrima, ¿está bien? —Él asintió—. Ahora, toma mis manos. —Se aferraron el uno al otro, mientras ella lo guiaba—. Cierra los ojos y visualiza un cuarto blanco. Poco a poco vas a ver cosas apareciendo: descríbemelas. —Thios estuvo unos segundos en silencio, entonces empezó a hablar.

—Veo un árbol en llamas, un ramo de flores negras, un cuchillo, una enredadera de espinas envolviendo un conejo y... —Se detuvo, Arwin lo instó a continuar.

—¿Ves algo más? ¿Alguna de esas cosas llama tu atención más que las demás?

—Ahora todo está en llamas.

—¿Alguna de esas cosas te atrae? —Él asintió—. Bien, quiero que te acerques a lo que más llama tu atención y lo tomes para ti, reclámalo como propio.

Thios se acercó a las flores negras en llamas. Las tomó entre sus manos y sintió como su calor lo envolvía. Cuando abrió los ojos el dolor en su pecho se había marchado y solo se sentía tranquilo, a gusto, poderoso e inclemente.

—Quiero que estés siempre a mi lado —pronunció—. Que seas mi consejera leal, ¿es eso posible? —Ella le tomó el rostro entre sus manos.

—Pensé que nunca lo pediría, mi rey.

Justo en ese momento, mientras ella le dejaba un beso en cada mejilla, la corona sobre su cabeza palpitó y una serie de imágenes lo asaltaron, frases sueltas, una visión, una profecía:

Y llegara la sangre mezclada, recolectará la escama de una sirena, embotellará el aliento de dragón, robará la lagrima de un hada, encontrará las palabras perdidas y despertará a la reina de su sueño eterno.



Fhaninda

La senda de la corona [La senda #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora