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Fernanda alzó la vista, su corazón estaba detenido en un latido por el shock, no podía creer lo que estaba viendo ni siquiera podía entender lo que estaba pasando. Elliot estaba en el suelo, con el cuchillo clavado en la espalda, gimiendo de dolor.

—Keveth —El mencionado se volteó. Doriat estaba libre de su prisión de espinas y estaba ayudando a Mili a salir de la suya, cuando hubo terminado, arrojó el cuchillo a Keveth, este lo atrapó en el aire y empezó a cortar las ataduras de Fer al tiempo que preguntaba.

—¿Estas bien? —Ella estuvo libre, pero no se levantó de su silla de raíces de árbol. Él estaba hincado frente a ella, terminando de cortar las ataduras de sus pies.

—¿Cómo es posible? —Keveth alzó la vista, tenía una sonrisa en sus labios. Una sonrisa completa que dejaba ver sus dientes blancos. Era una sonrisa traviesa, divertida y coqueta que invitaba a sonreír con él.

—Doriat y yo nunca dijimos que Kevin fuera mi nombre real, solo guardamos silencio mientras tu asumías lo que querías asumir. Es muy simple, si lo piensas bien.

—Pero... —¿Y el beso? Eso era lo que quería preguntar y no se animaba, la sonrisa de él se desvaneció un poco, pero no del todo, le tomó una mano y susurró.

—Te dije que no me conocías. En realidad, me ordenaste lo único que he querido hacer desde que te vi ganar tu primera batalla en el torneo de las Flores y que no me atrevía a hacer porque me odiabas. —Fernanda estaba inmóvil, incapaz de procesarlo todo, giró el rostro. Elliot se estaba arrastrando lejos de ellos. Ella volvió el rostro hacia a Keveth y susurró.

—Estaba molesta contigo, no te odiaba.

—Me odias ahora, lo dijiste luego del segundo guardián.

—Yo... no —Fer le tomó el rostro—. Lo siento, estaba siendo dramática. Soy humana ¿recuerdas? Yo sí puedo mentir.

No podía explicar el alivio que sentía en ese momento. Fue como estar al borde del acantilado y que al último segundo cuando te caías por él, descubrieras que todo el tiempo estuviste usando un paracaídas. Y quizás fue por eso o porque las sonrisa de él parecía iluminarlo todo, o porque Mili y Doriat estaban a salvo, quizás era por todo eso o por el simple y vano hecho de que ella también lo quería hacer desde hace tiempo, que se inclinó hacia adelante y le dejó un beso suave en los labios.

Sin embargo, seguía siendo muy pronto para cantar victoria. Un nuevo gemido de Elliot llamó su atención, Fernanda se puso de pie, caminó hasta el pelirrojo y preguntó.

—¿Qué hacemos con él?

—¡Alejarse! —El grito provino de Aziza, seguido del aleteo de alas. Ella, la reina Eliza y Dentory estaban descendiendo. Se detuvieron del otro lado de la mesa de piedra, ambas con miradas de furia. Fernanda preparó su arco, mientras Keveth recuperaba su lanza del suelo en donde había permanecido.

—Doriat —llamó Fernanda—. Necesito que vayas con la reina Beth. Dile lo que ha pasado y que envié refuerzos. Lleva a Mili contigo.

—Pero Fer... —Fernanda no vio a su amiga, pero le argumentó.

—Necesito que vayas con él, Mili, ya te has arriesgado demasiado. Me ayudaras más estando segura.

—Estás loca si crees que le vamos a dejar salir —sentenció la reina. El hada Dentory dio un paso al frente. Fernanda empezó a lanzar las flechas que aún le quedaban como loca.

—¡Ve, Doriat!

El hada voló con Mili. Dentory se lanzó al ataque, pero Keveth lo contrarrestó. Aziza intentó intervenir, pero estaba débil, una flecha de Fernanda hirió una de sus alas y el hada cayó al suelo, incapaz de alzar el vuelo. Doriat logró salir por el agujero y fue la reina Eliza quien detuvo el combate.

La senda de la corona [La senda #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora