28. Después de la tormenta...

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-Syaoran... – Sonrió cuando él comenzó a quitar su pijama, sin dejar de besarla apasionadamente, como si él fuera un hombre sediento y ella su oasis. Hicieron el amor lentamente, disfrutando cada roce, cada caricia. Juntos alcanzaron el clímax, llenándose en esos encuentros de magia pura y amor sincero, cada caricia se quedaba grabada en el corazón de Sakura, quien inexpertamente se entregaba en cuerpo y alma al castaño que al parecer había encontrado en ella lo que sin querer tanto necesitaba.

-Mañana tendré que regresar a casa para asearla y esperar noticias. – Dijo Sakura acomodándose sobre el pecho de Syaoran. – ¿No podrías quedarte otro día más? – Preguntó el castaño haciendo un puchero besando su frente. – Sabes qué es lo que más quisiera, pero tengo un hogar que está abandonado, además, Eriol tiene que regresar, este también es su apartamento. – Esta comentó aferrándose más a él.

-Y yo que fui claro con Eriol al no querer compartir con él el apartamento. – Eras un ermitaño en ese entonces. – Agregó Sakura riendo. – Algo así, siempre he disfrutado de la soledad, creo que ahora lo sabes. Cuando no quiero hablar con nadie ignoro todo a mi alrededor. – Explicó Syaoran. 

– Las personas creen que estoy molestas con ellas, al contrario. – Eres un ser muy complejo para la humanidad por eso los demás se ofenden con facilidad a tu alrededor. – Ella acariciaba el pecho desnudo de su novio.

-Conozco a una que ya no se ofende con mi forma de ser. – Agregó él acariciando las piernas de Sakura. – ¿Quién será esa chica? Deberían de otorgarle una medalla por ese logro. – Esta se mordía el labio para contener la risa.

 – Tal vez la conoces. Es alta, delgada, tiene los ojos de mi color favorito, cabello castaño, un cuerpo de diosa, es muy solidaria, demasiado para mi gusto, la gente suele aprovecharse de eso, lo olvidaba, es tiernamente torpe y suele quedarse dormida casi todos los días. – Oye. – Sakura presionó con su dedo índice el pecho de Syaoran.

-Sabes que te quiero tal y como eres. – Él la besó apasionadamente. – ¿Acaso crees que con eso vas a convencerme? – Sakura le dio la espalda. Syaoran la abrazó por la cintura, escondió su rostro en el cuello de ella y le habló. 

– Créeme, cuando te digo que me siento tan afortunado por encontrarte, pienso que tenemos muchas cosas en común, quizás por eso nuestra conexión es especial. Eres la única que se ha quedado a pesar de mi forma de ser.

-Sakura giró suavemente para ver el rostro de Syaoran aun sin zafarse del abrazo de este. – Gracias por permitirme entrar en tu vida. Ser la única mujer que conoce aspectos de tu vida que nadie más lo ha hecho es lo mejor que puede pasarme, además de aprender todo lo que me has enseñado. No sabré cómo retribuir todo lo que has hecho por mí. – Ambos volvieron a besarse por un largo rato, no había prisas. La madre naturaleza planeo unirlos y no pensaba separarlos.

-Ya creo tener una idea de cómo puedes hacer eso. – Habló él con voz ronca. – Quédate mañana, no te vayas por favor. – Eres cruel. Quiero quedarme contigo, pero necesito regresar a mi casa. No me hagas esa carita de gatito que no me vas a convencer. – Sakura lo empujó. 

– Te ofrezco otra opción entonces. Te quedas hasta el almuerzo, luego voy a dejarte y me quedo ayudándote en caso de que encontremos algún daño en tu casa. – Sugirió Syaoran.

-¿Y si no hay daños en mi casa? – Preguntó ella. – Igual puedo quedarme un rato más. – Agregó sonriente. – Está bien acepto, eres bien persuasivo cuando quieres. – Syaoran mantuvo su semblante sonriente. 

– Psicología nena. – Li Syaoran. – Gritó Sakura poniéndose de rodillas en la cama. – ¿Como te atreves? – Con almohada en mano le propinó un golpe a Syaoran, este por estar distraído no se percató del impacto. – Oye, eso no se hace, ahora vas a sentir mi furia Sakura Kinomoto. – Esta al escuchar su nombre con tono lúgubre se bajó inmediatamente de la cama y salió corriendo a la sala.

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