☯• XV

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"Nobleza mezclada con dolor"

No sabía cuanto tiempo había pasado, aún soñaba con todo lo sucedido, aunque las huellas de aquella noche ya se habían borrado. Había perdido la cuenta de cuantas veces intentó olvidarlo, no podía, aquel tacto se había quedado grabado en su piel y temía que allí se quedaría.

Taehyung le había brindado bastante apoyo, tal vez más del que merecía, se había encargado de intentar traer de vuelta al anterior Jimin. Era increíble como las personas cambiaban con tan solo un suceso, Jimin había cambiado.
Tal vez su inocencia se había esfumado.

Taehyung se encontraba bastante callado, no hablaba y lo sentíaas lejano, mantenía aquella expresión pensativa e indecifrable. Parecía estar en otro mundo, eso lo desconcertaba.
Habían salido a alimentar las carpas en la laguna, Taehyung ni siquiera lo miraba.

-¿Qué te sucede?-Preguntó en un tono más brusco del que hubiera querido, el contrario se mantuvo en silencio-, Taehyung...

El mencionado dió un pesado suspiro, observó a ambos lados y miró a Jimin, el rubio se sintió inquieto por la actitud del ojiverde.

-Jimin, yo...-Susurró como si de un secreto se tratase-Entraré en celo pronto, y y-yo tengo miedo ¿que voy a hacer?

Los ojos de Taehyung reflejaban el temor que sentía, tenía su ceño fruncido y una expresión desolada, Jimin comprendió al instante la gravedad de la situación.
Aquello era peligroso, muy peligroso.
Iban a encerrarlo, o peor aún, se lo entregarían al concejo y estos harían con él lo que quisieran, lo tratarían aún peor que el emperador.
Jimin sabía lo que harían con él. Eran personas desalmadas.

Pero Jimin no dejaría que aquello ocurriera, no, evitaría que Taehyung pasara por un dolor innecesario.



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Observó al balcón, la luna estaba brillante y resplandeciente, la brisa fría impactaba contra su rostro, su mente divagaba entre pensamientos.
Jumgkook no podía evitar que aquellos recuerdos invadieran su mente, y aún que quisiera ignorarlos aquello se salía de sus manos, su lobo interior aún seguía enloquecido.
Sintió un aroma conocido unas largas y huesudas manos sujetaron sus hombros, la voz de su madre llegó a sus oídos.

-El Imperio es próspero, visualizo un futuro lleno de éxito y abundancia, hemos tomado buenas decisiones-Comenzó a hablar la mujer con aquel tono elegante y neutro que la caracterizaba-. La riqueza está en nuestras manos, estamos a un solo paso. Ya tienes la edad suficiente para contraer matrimonio y procrear un heredero.

La mujer lo miró a los ojos, su expresión llena de veneno, sin un brillo alguno, su expresión destilaba  maldad. Jeon le devolvió una mirada fría y dura, como si fueran dos desconocidos.

Estaba consciente de las intenciones de madre, desde hace bastante la mujer se había empeñado en el disparate de convertir a la princesa de Tailandia en la emperatriz e intuía que la mujer no descansaría hasta que Lalisa fuese su esposa.

-Estamos muy ocupados resolviendo asuntos bélicos cómo para que usted comente trivialidades sin sentido alguno, madre-Finalizó Jungkook dándole la espalda.

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Salió bastante temprano, el día estaba nublado y frío, su aliento formaba pequeñas nubes blancas entre el aire. Sus pasos eran rápidos, con cuidado de no ser descubierto, el crujido de las hojas al ser pisadas lo delataba. De seguro el invierno estaba por llegar, estaba alejado del palacio pero rogaba no haber sido visto por nadie.

En su mente se encontraba la idea de al menos poder ayudar a Taehyung, si no pudo ser la luz de los habitantes del imperio, al menos quería ser un pequeño destallo para proteger a su amigo.

Luego de una larga caminata divisó a lo lejos la plaza, la gente caminaba de un lado a otro, el bullicio de la gente llegó a sus oídos. Recordaba lo emocionado que se había encontrado al principio, a diferencia de ahora que ya nada le parecía tener sentido.
Sus ojos buscaron con desesperación y se ubicaron en un puesto de hierbas medicinales.

La gente se movilizaba de un lado a otro, todos intentando comprar todo lo necesario antes de que se agotara la mercancia, recibía empujones y codazos cuando intentaba acercarse a aquel puesto, desplazarse entre el tumulto era un verdadero reto.
Al llegar quiso saltar de alegría, frente a sus ojos estaba justo lo que necesitaba, con ello haría un agua aromática que serviría como supresor.

Había bastante gente, una por una la gente fue marchándose hasta que el ambiente era menos pesado. El frío ya no era tan molesto.
A cambio de las hierbas entregó unas cuentas monedas, tomó la bolsa entre sus dedos entumecidos y se fue.

En una esquina de la plaza se encontraban dos niños, vendían flores que ya se veían bastante marchitas. Tenían poca ropa, sus labios resecos y sus cuerpo tiritaban, su corazón se encogió con la imágen. Se dirigió hacía allí a pasos apresurados, se paró en frente, los niños lo miraron con miedo.
Sacó el abrigo que llevaba, la brisa fría atravesó la fina tela que lo cubría, sin embargo, les tendió el abrigo. Se lamentó no poder brindarles algunas monedas, pues no tenía ni una sola.

Se devolvió sin decir una sola palabra caminando abrazándose a sí mismo en busca de un poco de calor. Alzó su vista, la plaza se encontraba extrañamente cuestiodada, se escuchó un llanto y un estruendo. En frente de los niños se encontraba un soldado con un látigo, las flores se encontraban destrozadas y el hombre pretendía golpear a los niños.

Corrió, corrió sin pensar en nada, rodeó a los dos infantes con sus brazos como si de un escudo se tratase. Su espalda ardió, desde su pecho salieron gritos desgarradores.
Uno, dos, tres, cuatro.
Cuatro latigazos.

Se escuchó el bullicio de la gente, llanto, gritos. Sintió miedo y el profundo dolor, sus rodillas no podían sostener su peso, intentaba ser fuerte pero ya no podía más.
Le costaba respirar.

-Corran-Habló en un vago susurro sin aliento, sus ojos conectaron con los del soldado.
Su espalda ensangrentada impactó contra el frío suelo cayendo en la inconsciencia.

El carruaje del Emperador pronto partiría, observó por la ventana a la gente caminando de aquí para allá, había un bullicio, todos hablando a la vez e intentando ver quien sabe qué.
Debía partir a un importante viaje, no podía detenerse a observar las estupideces de la gente. Pero su lobo se encontraba aullando en su interior, estaba furioso.
Sin embargo aún miraba la ventana del carruaje, observó atentamente a los guardias abrir paso entre la gente, entre los brazos de uno de ellos yacía el cuerpo de un muchacho rubio cubierto de sangre. Sus ojos se abrieron cuando pudo divisar que aquel muchacho rubio era aquel omega que ni salía de su cabeza.

Su lobo aullaba de dolor, su cuerpo sufría escalofríos.
Aquel carruaje no partiría ese día.

El Emperador 국민 ♣Kookmin♣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora