Raoul nunca fue un fanático de las mañanas. De hecho cuando era más joven, porque se repetía que todavía lo seguía siendo, despertarse antes de las 11 am le parecía un sacrilegio, una especie de tortura que todo el mundo parecía estar dispuesto a aceptar. Pero claro, los años pasan, las etapas terminan, y cuando te haces mayor hay obligaciones que cumplir.
Siempre dijo que una de las cosas que más le gustaba de su trabajo era poder manejar sus propios horarios. Al ser fotógrafo él decidía con quién trabajar y si aceptaba o no la propuesta. Aunque a lo largo de los años también debió hacer cosas que no le gustaban. Las cuentas no se pagaban solas.
Ahora las cosas estaban más tranquilas, mucho más estables que al comienzo de sus veintes cuando había decidido que la fotografía era lo que más le gustaba y no sólo como hobbie, si no que podía vivir de ella. Fue un poco atolondrado, tal vez dejar su trabajo estable de un día para el otro no fue la mejor decisión. Se ha dado cuenta viéndolo en retrospectiva, pero en ese momento se sintió libre, aunque no por primera vez.
Ya con treinta años recién cumplidos podía decir que era feliz. Mirando hacia atrás, se sentía satisfecho con todas las decisiones que había tomado en su vida, hasta con las equivocadas que le permitieron aprender a pesar del dolor.
Por eso, cuando la segunda alarma (que siempre ponía por si acaso apagaba la primera y seguía durmiendo) sonó, no pudo evitar quejarse internamente un poco por la decisión más importante que había tomado en su vida, causante de tener que madrugar. El rubio renegó un poco aún con los ojos cerrados antes de girarse, deslizó su mano sobre el lado vacío de la cama y suspiró al recodar por qué estaba solo. Otro viaje de negocios, ya estaba empezando a cansarse un poquito.
Volvió a girar sobre sí mismo, esta vez para tomar el móvil que continuaba sonando sobre la mesita a todo volumen en la habitación. Desactivó la dichosa alarma y se sentó frotándose los ojos, dispuesto a ser un ser humano funcional. Aunque de verdad ¿las 7 am? No le parecía un horario normal, la gente estaba loca.
Se levantó, muy a su pesar no le quedaba otra, dirigiéndose a la habitación que estaba justo enfrente de la suya. Desde la hendija de la puerta, que habían acordado dejar entornada por la noche para que ingresara la luz del pasillo, el pequeño bulto bajo las mantas dormía tan pacíficamente que le daba muchísima pena tener que despertarla. Pero debía hacerlo. Así que, sin pensarlo mucho, ingresó. Debía ser un adulto responsable.
Un padre responsable. Pensó sonriendo.
— Mi amor — acarició suavemente la cabeza de la niña — Ya es hora de levantarse.
— Pero tengo sueño papi — se quejó finalmente bostezando luego de refunfuñar un poco.
— Y yo — no pudo evitar reír bajito — Pero hoy empiezas las clases ¿recuerdas?
— ¿Empiezo el cole? — preguntó entusiasmada, de repente estaba más despierta que nunca.
— Claro.
Con una sonrisa enorme que le ocupaba toda la cara, la niña de apenas tres añitos le tendió los brazos, esperando que su padre la lleve a upa hacia el baño como acostumbraban cada vez que la despertaban.
La faceta de padre es una que siempre había soñado, incluso desde su adolescencia cuando no sabía ni quién era él mismo. Él sabía que sería padre. Era una certeza. No sabía ni cuándo ni cómo ni con quién, pero lo sería. Lo que nunca se imaginó es que iba a ser igual de complicado que maravilloso. Aunque el simple hecho de tenerla allí en su vida ya era más que suficiente para que valga la pena todo lo demás. Hasta tener que despertarse a las 7 am.
La preparó, vistiéndola y peinándola como pudo, e hizo un desayuno a duras penas decente. Empezar una rutina totalmente nueva estando solo para todo no estaba siendo la mejor experiencia. Las tostadas que se preparó para él se le quemaron y la leche para la niña casi le hierve. Pero no pasaba nada tenía todo bajo control, se repetía, a pesar de la situación estresante. Sabía que las cosas serían así y él había estado de acuerdo. No podía reprocharle nada a nadie.
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Petricor | Ragoney
FanfictionPetricor: distintivo aroma que acompaña a la primera lluvia tras un largo período de sequía.