Te extraño, no lo puedo evitar

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Escapar siempre fue su plan.

Agoney, terminando el bachillerato con dieciocho años, lo había intentado todo para olvidarse de Raoul pero nada había funcionado. Amaba ser su amigo, pero con el correr del tiempo se sentía cada vez peor estar a su lado sin ser nada más. Nunca había pensado en la posibilidad de alejarse, estando allí no podría ni aunque quisiera. Hasta que la oportunidad se le presentó así de repente.

Sus padres se volvían a vivir a Tenerife.

Su abuela no estaba del todo bien de salud como para seguir viviendo sola y lo mejor era que regresaran para acompañarla en su día a día. Y habían decidido, después de todos esos años, volver a cambiar sus vidas otra vez y regresar a su pueblo natal.

La cosa entonces era que Agoney no sabía qué hacer. Porque ellos se iban pero él podía quedarse. Eso le habían dicho. Sabían que después de tantos años había logrado construir una vida allí y no iban a arrebatársela, eran problemas de adultos y él tenía derecho a tener la vida que deseara para sí mismo. Así que le dieron a elegir. Al terminar el bachillerato podría quedarse y estudiar música en Barcelona o volver a Tenerife con sus padres y estudiar en el conservatorio de allí.

La decisión estaba siendo difícil. Llevaba meses pensándolo sin saber qué hacer cuando finalmente se decidió. De un momento a otro, una tarde que estaba pasando con Raoul cuando las ganas de besarle mientras lo veía riendo fueron tan grandes que apenas había podido contenerse. Lo tuvo claro, tenía que irse. Necesitaba olvidarse de lo que sentía por él y si para eso tenía que poner miles de kilómetros de distancia entre ellos lo haría, se alejaría definitivamente del rubio. Ninguno de los dos merecía sufrir por aquella situación. Porque si el menor se enteraba también sufriría y él ya no podía seguir así, soñando cómo se sentiría tocar sus labios cuando nunca lo haría.

No había querido decírselo al instante. Sabía que lo pasaría mal pero era lo mejor para todos. Por eso se tomó su tiempo, esperando el mejor momento para contárselo. Y justo un mes antes de marcharse, lo hizo.

— Me voy.

Lo dijo sin más, en el medio de una partida de fútbol que estaban jugando en el Play Station.

— ¿Eh? — preguntó distraído.

— Me voy a Adeje.

— Vale — respondió sin más mientras seguía jugando a la play, tampoco era tan raro que se fuera a su pueblo en vacaciones de verano.

— No Raoul — paró el juego para que le prestara atención realmente — Que me voy — la cara del moreno ya lo decía todo — Me vuelvo a vivir a Tenerife.

Pudo sentir como el corazón de Raoul se detenía en cuanto esas palabras salieron de su boca. Sabía que le iba a doler, y él no soportaba verlo sufrir. Por eso su corazón se rompió un poquito más al ver como los ojos de su pequeño se llenaban de lágrimas.

— ¿Qué dices? — dijo riendo. Quería creer que era una broma. Tenía que ser una broma, una de pésimo gusto pero tenía que serlo.

— Eso mi niño — utilizó la voz más dulce que tenía — Que me voy.

Una lágrima finamente rodó por su mejilla.

— No — suspiró y ya no pudo retener ninguna lágrima — ¿Qué dices? ¿Por qué?

— Mi abuela no está muy bien de salud y bueno, tenemos que volvernos a vivir allá — se encogió de hombros.

— Dime que es una broma, tiene que ser una broma — el llanto ya era desconsolado y Agoney le intentó secar las lágrimas al instante. Lo mataba verlo así.

Petricor | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora