Para encontrarme, aprendí a perderme

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Raoul no podía creer lo que acababa de pasar. Realmente se acababa de besar con otro hombre que no era Rodrigo después de diez años. Se acababa de besar con Agoney.

Intentó tranquilizarse en cuanto se sentó dentro del coche. Toda la situación había sido tan rara.

Condujo con cuidado, intentando no pensar para no distraerse del camino y llegó a su casa enseguida. Después de todo, el nuevo piso de Agoney no era demasiado lejos de allí. Entró con cuidado, ya era tarde y al parecer todos estaban dormidos. No pretendía despertar a nadie, así que se desvistió en el baño de la planta de abajo y subió sólo en boxers para acostarse directamente, sin hacer ningún ruido en la habitación.

Internamente agradeció que Rodrigo se hubiera quedado dormido. Claramente había estado esperando a que llegara, lo notó por la luz de la mesita de noche encendida junto al cuerpo dormido de su marido. La apagó con suavidad, y dio la vuelta para alcanzar el otro lado de la cama para por fin acostarse.

Pero ese era recién el comienzo.

En cuanto su cabeza tocó la almohada y cerró los ojos, su mente se despertó, comenzando a reproducir en bucle una y otra vez aquel beso que había compartido con el moreno.

No quería moverse mucho, pero en el intento de dejar de pensar, no pudo evitar voltearse de un lado hacia el otro. Nada funcionaba. Su cabeza no paraba, reproduciendo la sensación de aquellos labios contra los suyos constantemente. Y a aquello se añadía la intriga de qué estaría pensando Agoney en aquel momento.

No quería que nada cambiara entre ellos. Después de todo había sido un simple beso causado por la situación ¿no?

No.

¿Qué decía? Sí, claro que sí.

¿O no?

Primero darse cuenta de que ya no amaba realmente a Rodrigo y ahora esto. Eran demasiadas cosas juntas que necesitaba procesar. Su cabeza era un desastre.

Sí, el beso le había gustado. Necesitaba admitírselo aunque fuera a él mismo. Pero el canario era su amigo, y él estaba casado, dispuesto a luchar por su matrimonio por el bien de su hija. Por el bien de su familia.

Todo era demasiado complicado en su vida en ese momento como para añadirle un problema más, así que dejaría que todo fluyera. Con Agoney seguiría todo como siempre, necesitaba que lo hiciera, él mismo se iba a encargar de eso si hacía falta.

Así fue como los días siguientes actuó como si nada hubiese pasado. No sabía si era lo mejor pero era lo que le salía hacer en ese momento. Y tan mal no fue, porque aunque se sintiera tal vez un poco forzado por sus insistencias, las charlas vía whatsapp eran igual que siempre. Lo mismo cuando se vieron días después, todo parecía estar genial aunque estuvieran ignorando lo que había pasado la noche del sábado anterior y, sinceramente, era lo que más necesitaba en aquel momento.


Ese día se cumplía exactamente una semana desde el día del beso. Y de verdad que había intentado no pensar en eso, pero le había sido inevitable.

Hola ¿Qué tal estás? No hemos hablado nada hoy y quería saber que tal tu día.

No sabía por qué durante el transcurso de ese sábado no habían hablado. Él al menos se sentía raro, que se cumpliera justo una semana desde que había ocurrido le hacía recordarlo aún más.

No es como si no hubiese estado pensando en eso cada uno de los siete días de aquella semana, pero ese aún más. Había estado tratando de ser lo más natural posible pero tratando a Rodrigo un poco mal para ser sincero. Ocultarle que ya no lo amaba y lo que había sucedido con Agoney le estaba jugando en contra. Cada vez que estaban juntos y recordaba los labios del moreno sobre los suyos una bola de angustia se instalaba en su pecho, generando una presión insoportable que salía en forma de mal humor.

Petricor | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora