El sonido del silencio

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Las conversaciones importantes nunca habían sido su fuerte. Se ponía nervioso y se iba por las ramas o empezaba a tartamudear. Le había pasado con cada situación importante de su vida, buena o mala, en la que una charla fuera fundamental.

Casi siempre acababan yendo bien, como esta vez con Rodrigo que no cuestionó ni le hizo sentir mal por lo que Raoul le planteaba si no que, al contrario, prometió poner todo de sí para que las cosas mejoraran. Le había dicho que no podía prometer que los viajes serían más escasos pero sí que si no era de suma necesidad su presencia evitaría ir. Era más de lo que se esperaba sinceramente, sabía lo dedicado que era su marido con su trabajo.

Al llega a su casa luego de la charla en el piso de Agoney (bueno de Miriam en verdad pero ese no era el punto) estaba todo en un profundo silencio, de esos que se pueden oír. Lo más lógico teniendo en cuenta que ya eran casi la una de la madrugada. Él también estaba muy cansado había sido un día largo y agotador, se sentó un momento en el sofá intentando ordenar su cabeza y pensar cuál sería el mejor momento para hablar. No llegó a pensarlo demasiado pues unos minutos después de apoyarse contra el respaldo se quedó completamente dormido. Unas horas más tarde la incomodidad de la posición lo hizo despertarse y, tal cual estaba vestido, se fue a acostar junto a su marido. La charla se dio a la mañana siguiente, a pesar del sueño que tenía, y fue más rápida de lo que creía. Tenía miedo, pero sabía que cuanto antes lo hiciera sería mejor. Era como quitarse una tirita, si lo hacía del tirón sería mejor. Así que ni bien se levantó, aún con la sudadera de Agoney puesta, le soltó todo (enrollándose un poco para qué iba a mentir).

Pero había ido bien y se había preocupado sin motivo. Como sucedió con la charla que tuvo con sus padres acerca de la carrera poco convencional que quería estudiar, como con la que tuvo con Rodrigo alguna vez sobre sus ganas de ser padre y como, imposible de olvidar, la charla que compartió con Agoney cuando decidió contarle que era gay.

Le había estado dando vueltas al asunto durante meses. Tenían quince años y eran amigos hace casi dos, sin embargo su amistad se había hecho tan fuerte que Raoul no dudó en decidir que quería que sea el primero en enterarse. Eso lo tenía claro, lo que le seguía haciendo darle vueltas al asunto era pensar en lo que podría pasar. A pesar de ser amigos evitaban tocar el tema amoroso demasiado, Agoney era muy pudoroso y Raoul lo aprovechaba para evitar contarle, en un primer momento lo que sospechaba acerca de sí mismo, pero ahora que estaba seguro para ocultarlo. El problema era que había llegado un punto en el que ya no le apetecía mentirle y, aunque el moreno no quisiera compartir con él nada acerca de aquel asunto, él le diría. Se sentía mal ocultando una parte tan importante de él y si hay alguien que merecía ser el primero en saberlo ese era su mejor amigo. Porque en ese tiempo, inevitablemente, habían encajado tan bien que se habían vuelto mejores amigos. Inseparables. O al menos así esperaba el rubio que siguiera siendo a pesar de lo que tenía que contarle.

Esa día en su casa Raoul creyó que sería el momento adecuado. Sus padres trabajaban hasta la noche y estarían los dos solos como casi todas las tardes, lo mejor para hablar con tranquilidad. Y para poder llorar si las cosas iban mal, pensó. Realmente estaba asustado. Y siendo un poco dramático también.

— Ago — le llamó cuando regresó del baño al salón donde habían estado viendo el televisor — ¿Podemos hablar?

La seriedad del chico preocupó al moreno.

— Claro, dime.

— Ven, siéntate aquí — le pidió el rubio señalando el sillón enfrente suyo.

— Me estás asustando Raoul ¿qué pasa? — esa actitud extraña del catalán venía desde hace días y con esto terminó de preocuparle del todo.

Petricor | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora