Más allá, la tormenta

1.2K 141 101
                                    

La puntualidad claramente no era su fuerte. No podía creer que por fin había encontrado una ayuda, aunque fuera momentáneamente, y ya estaba llegando tarde el primer día.

Era un desastre. Iba a cagarla, como siempre.

Después de aquella charla con Raoul semanas atrás la búsqueda de trabajo se volvió cada vez más intensa a la vez que frustrante. Con su ayuda creyó que sería más fácil, pero se equivocaba. El rubio le iba comentando sobre algunas escuelas por la zona que necesitaban personal, pero siempre terminaba encontrándose con que no buscaban maestros de música o con negativas para otorgarle el puesto.

Dos semanas después de constante búsqueda fallida el rubio le ofreció, al verlo tan agobiado por la falta de empleo, que le ayudase cuidando a Luna mientras él realizaba las sesiones de fotos que tuviera pactadas. Normalmente, le contó, se llevaba a la pequeña con él a menos que su marido estuviera en casa y pudiera hacerse cargo él, cosa que rara vez pasaba pues trabajaba casi jornada completa todos los días. Pero siempre terminaba agobiado porque el trabajo se le dificultaba el doble con ella dando vueltas por ahí.

Cuando se lo ofreció Agoney lo dudó bastante. No le disgustaba la idea, la niña era un amor y Dani estaría encantado de pasar más tiempo con ella. Pero la idea de que el catalán dedicara parte de su sueldo a pagarle uno a él le sentaba mal, aunque hubiera aceptado de todas formas. Necesitaba el dinero, no podía seguir dejando que Miriam los mantuviera.

En el momento en que llegó a la puerta que pertenecía a la dirección que le había enviado Raoul esa mañana, todas las dudas que tenía se fueron al instante.

Supo desde el principio que no vivían en un piso. Pero aquello... aquello no era una casa. Era una jodida mansión.

A ver, tal vez estuviera exagerando demasiado, lo admitía pero es que realmente nunca había estado en una casa tan grande.

En cuanto el rubio le abrió la puerta con una enorme sonrisa la casa quedó un poco en segundo plano, la conversación entre ellos tomando toda su atención. A medida que comenzaron a recorrerla no podía dejar de sorprenderse otra vez a cada paso que daban.

— Bueno... eso es todo — dijo Raoul cuando llegaron nuevamente al salón luego de que le hiciera un tour por toda la casa — Siéntate — le indicó señalando el sillón opuesto al cual estaba tomando asiento él.

— Espero no perderme — no pudo evitar la broma. Realmente le había sorprendido el tamaño de su hogar.

— Que exagerado eres — respondió el catalán después de soltar una fuerte carcajada.

— Bromeo pero también lo digo un poco enserio. Esta casa es enorme.

— Ya, ya. Lo sé — la sonrisa en su rostro disminuyó un poco — No soy muy fan de eso.

— ¿Pero qué dices? — exclamó sorprendido — Si es muy bonita.

— Si, lo es. Pero no sé — se encogió de hombros — Se siente un poco grande para sólo dos personas- tres. Para tres personas — se corrigió al instante.

No podría decirse que lo conocía demasiado, pero Agoney había notado a Raoul un poco raro en las últimas semanas. Más apagado a veces, incluso más que el día de la dichosa charla que habían tenido. En su momento había pensado que tenía que ver con la partida de su marido pero con su regreso tampoco había mejorado mucho su ánimo. Se preguntaba mucho internamente qué le pasaría pero no se animaba a decírselo directamente. Sospechaba, luego de ese fallido, que tenía que ver con los viajes de su marido que al parecer eran bastante seguido y no quería entrometerse si el rubio no decidía contárselo directamente.

Petricor | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora