Arcoíris

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Las clases habían vuelto a comenzar, el calor a desaparecer lentamente y los días a hacerse más cortos poco a poco. El correr de las semanas se notaba en aquellos pequeños cambios. Había pasado poco más de un año desde que Raoul y Agoney se habían reencontrado, y ninguno podía creer lo mucho que habían cambiado sus vidas en ese tiempo.

El golpe con lo de Jonay había sido demasiado duro para Agoney. Le había costado reponerse, pero gracias a Raoul de a poco lo estaba logrando, le ayudaba a no ver todo tan negativo. Haber comenzado a trabajar también estaba siendo de gran ayuda, amaba la música y le gustaba mucho dar clases a los niños (aunque a veces se convirtiera más en un dolor de cabeza que en algo que le sirviera para desconectar).

Todo se encaminaba, ahora sí, aunque no de forma perfecta como creían que sucedería, pero lo hacía. Por eso estaban seguros de que había llegado el momento.

Les sudaban las manos. A ambos. Tenían miedo de cómo pudiera salir todo aquello, pero era momento ya de decirlo. Querían poder vivir su noviazgo con normalidad sin tener que andar ocultándose ni conteniendo ningún gesto que les surgiera con el otro según quién tuvieran en frente, y la única forma de poder hacerlo era si hablaban con sus hijos de una vez.

Unos pocos días antes, un decidido a la vez que nervioso Raoul, se había dirigido a su antigua casa para hablar con su ex marido y contarle cómo era la situación. No porque le debiera explicaciones de nada sino porque lo mejor era que se enterara de su boca y no por terceros, eso podría llevarlo a pensar cualquier cosa que no se correspondía con la realidad de lo que había sucedido desde que su relación se había terminado por decisión del rubio. Al contárselo su reacción lo sorprendió completamente, no era para nada la que esperaba.

Increíblemente, Rodrigo se lo había tomado bien dentro de lo que cabía. Había preguntado varias veces si había pasado algo entre ellos antes de que se separaran y no lo culpaba por ello, después de las cosas que sabía él mismo que había hecho mal era normal que lo pensara. Le contó todo con detalle, incluso el beso que habían compartido cuando aún estaba con él. También le dijo que después de eso se alejaron porque, precisamente, ninguno de los dos quería hacer las cosas mal y que no volvió a pasar nada hasta que Raoul pudo finalmente hablar con él y dejar las cosas claras, poniéndole fin a su matrimonio. Al principio el moreno estaba reticente a creerle, lo cual era totalmente normal dadas las circunstancias, así que insistió en preguntar si de verdad no habían llegado a más que un beso, y el rubio se lo aseguró una y otra vez ante cada nueva duda. Acabó creyéndole después de la larga conversación que compartieron, en la que agradeció la sinceridad. Rodrigo le pidió perdón una vez más por lo mucho que había descuidado su relación en los últimos años por haberse centrado tanto en el trabajo, ahora era consciente de lo adicto que se había vuelto a él (incluso de forma enfermiza), cuando se dio cuenta ya era tarde y se arrepentía mucho de aquello. Raoul lo perdonó por eso, se perdonaron mutuamente por sus errores, no querían que quedara rencor entre ellos. Sentían que era lo más importante para poder seguir adelante, para poder superar y quedarse con lo lindo que habían vivido en tantos años, a pesar de que los últimos se hubieran sentido algo turbulentos. El abrazo que cerró aquella charla dejó a Raoul con una paz en el alma que no creía que iba a poder sentir tan pronto con Rodrigo, pero se alegraba tanto de que así fuera.

Así llegaron a ese día, sentados los cuatro en el sofá del piso del catalán listos para decírselos a los pequeños. "Listos" era una forma de decir porque estaban uno más cagado que el otro.

— Qué pasa pa — se quejó Dani resoplando ante la tardanza en hablar de los mayores que no decían nada desde que los habían hecho dejar de jugar para decirles algo importante.

— A ver... — hizo un nuevo intento de comenzar el mayor — Raoul quiere decirles algo — el menor lo miró indignado — Bueno, los dos queremos — reformuló — Pero él se los va a decir, venga — lo incitó con un empujoncito en el hombro.

Petricor | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora