2. Adios Ryunosuke

283 22 7
                                    

-Dazai, tienes diez segundos para levantarte o sino...

-¿O sino qué?- dije entre burlón y ligeramente molesto con mi voz amortiguada por la almohada.

En eso sentí una suave caricia recorrer toda mi espina dorsal ocasionándome un dulce cosquilleo y un suspiro relajado.

-Osamu~ -susurró Chūya a mi oído haciendo que mi piel se erizara, yo levante la cabeza de la almohada y miré con atención esos bellísimos ojos azules que cada día amaba más- sino te levantas, entonces el traje de conejita no podrá lucirse esta noche~ -me dijo con tono sugerente acariciando mi oreja con sus suaves, pequeños y rosados labios.

Y si, soy idiota pero no tanto. Me levanté rápidamente de la cama, tomando una toalla en el camino al baño para tomar una ducha.

Cuatro años, en cuatro años podían pasar muchas cosas. Cumplías los 26 años, tenías cuatro años de relación, tres de decidir vivir junto a mi pequeña pareja explosiva y uno de estar comprometidos; lo único malo es que también pude apreciar en todo ese tiempo todas las veces en que Chūya solía ver el teléfono viejo y feo de ALFA que simplemente nunca sonaba, sino que a veces casi cada tres meses llegaba un mensaje.

Mi ducha no fue tan larga como me hubiera gustado para perder el tiempo, cuando salí sobre la cama que compartía con Chūya encontré mi ropa perfectamente doblada, lo cual me hizo sonreír. Toda esa vida era nueva y perfecta para mi, si todo esto era de lo que Odasaku siempre me habló entonces sí que era maravilloso; no lo voy a negar, mis deseos de suicidarme todavía estaban ahí, pero ahora estaba seguro de que Chuuchuu era la razón más importante para seguir viviendo y esperar a que la muerte venga por mi en cualquier otro momento.

Después de colocarme mis amadas vendas, vestirme y arreglarme me acerqué al mueble que en su mayoría tenía cosas raras que usaba el pelirrojo para su cabello y cuerpo, de un pequeño joyero que había ahí tomé mi anillo de compromiso que tenía pequeñas incrustaciones de diamantes y que era de oro blanco, el de Chūya claro que ya lo llevaba puesto. Relajado y muriéndome de hambre (lo cual me recordaba cuando intenté morir de inanición y fue horrible) caminé hacia el comedor donde vi a mi lindo amando poniendo la mesa y el desayuno para cada uno.

-CHŪYA~ ahora sí que actúas como mi linda esposa- dije cantarín llevando mis manos a mis mejillas sintiéndome en un mundo de ensueño.

-Cállate y siéntate, no quiero que Kunikida nos regañe otra vez por llegar tarde- dijo frunciendo el ceño con molestia mientras se sentaba en una de las sillas.

Con una sonrisa me senté frente a él admirando el desayuno q ir había preparado, se trataba de café, un omelette de arroz y unas tostadas con mermelada; yo coloqué mi mentón sobre la palma de mi mano y miré con atención al pequeño pelirrojo sentado frente a mi. De alguna forma había logrado convencerlo de que dejara de usar su feo sombrero que ya sólo usaba en pocas ocasiones, su lindo cabello lo había recortado de la misma forma que solía llevarlo cuando era un lindo jovencito de 15 ó 16 años y eso lo hacía verse tan increíblemente adorable, lentamente paseé mi mirada por su cuello, su clavícula, sus hombros, brazos, antebrazos, así hasta llegar a posar mi mirada en su mano derecha donde en el dedo anular llevaba su anillo de compromiso que hacía juego con el mío.

-¿No vas a desayunar? Se te va a enfriar- dijo Chūya sacándome de mi  ensoñación mientras me miraba extrañado con sus fotos orbes azules.

-Claro, es sólo que quería admirar un poco más al maravilloso pedazo de cielo sentado frente a mi- dije con tono burlón pero sonriéndole sinceramente mientras comenzaba a comer.

-Tu... ¡IDIOTA!- exclamó sonrojado bajando la vista a su plató tratando de lucir molesto, aunque claro que eso le era difícil por la disimulada sonrisa en su rostro.

Dioses y Demonios ||SOUKOKU||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora