10. You don't own me

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Era la primera hora de la mañana, en las rejas superiores de mi celda había amarrado la sábana de mi cama como si fuera un columpio, nunca fui experta en gimnasia pero conocía un par de ejercicios y estiramientos, por lo qué enredé mis piernas en la sábana estirándolas y manteniéndome hacia abajo.

Tenía ahí exactamente cuatro meses, y si que eran bastante inteligentes ya que me mantenían aislada, en mi piso ninguna celda estaba ocupada y la mía junto con la de enfrente eran las más grandes, incluso eran diferentes. En un espacio de cuatro metros por cuatro metros la celda estaba con barras electrificadas con cámaras en las cuatro esquinas altas de la celda, luego a un metro de las barras estaba una celda nuevamente en forma de cubo con una barrera del mismo material que el resto de celdas, y luego en la parte de afuera de esta tenía un mecanismo que se activaba manual o automáticamente que me encerraba en una especie de bóveda de titanio de cuatro metros de grosor... una pesadilla.

Estando boca abajo, me estire jugando con mi cabello que estaba suelto ya que tenía prohibido tener alguna liga de cabello porque creían que podría usarla como un arma; en ese momento comencé a escuchar varios pasos dirigirse hacia mi celda, sin duda varios soldados que venían para darme mi desayuno, por lo que me enderecé y me senté como si estuviera en un columpio mirando hacia la entrada de la celda.

-Rodeen el perímetro, todos atentos y ante cualquier movimiento sospechoso, disparan a discreción sólo para herirla, no matarla- ordenó el sargento en jefe que se encargaba de custodiarme.

Con seriedad observe cómo abrían la primera puerta y entraban varios hombres que por fuera de las rejas rodeaban mi celda y me apuntaban con sus armas, me olvidé de todos ellos y me concentré en el sargento Wolfgang un hombre rubio, apuesto, de buen porte y ojos grises que se acercó a las barras con completa confianza sonriendo.

-Buenos días cariño, ¿vas a bajar de ahí o que?- me preguntó arqueando ambas cejas mirándome divertido.

Yo sonreí coquetamente y me incliné ligeramente hacia el frente riendo levemente, sabiendo que a él le parecería encantadora e indefensa.

-Vamos linda, no tengo todo el día y necesitas desayunar- me dijo con una sonrisa galante, yo sonreí divertida y con agilidad y elegancia bajé de ahí.

Ignorando la línea amarilla de la supuestamente debía quedarme detrás, me acerqué a las barras y las tomé con confianza mientras le sonreía con encanto.

-Si, eso es dulzura- me dijo con tono dulce sonriendo, igual que si estuviera hablando con un maldito perro, él suspiró y me miró con seriedad- nena ya conoces las reglas, no debes acercarte a las barras- dijo mirando cómo mantenía mis manos sobre estas.

-¿Qué barras? ¿Estás barras?- pregunté juguetona mirándolo divertida.

-Sí, esas barras- dijo mirándome con un leve fastidio como si realmente no quisiera lidiar conmigo en esos momentos.

Para animarlo un poco de forma retadora, juguetona y seductora lamí una de las barras, notando su mirada sorprendida para luego verlo sonreír y reír levemente.

-Oh Dios mío, eres increíble- yo reí levemente por eso- Realmente eres una chica mala, ¿no es así?

-¿Quieres venir conmigo aquí adentro? A menos que tengas demasiado miedo- dije con tono serio ladeando mi cabeza ligeramente-  Vamos, estoy aburrida y me siento sola, juega conmigo, ¿si?- dije con tono infantil- estoy aburrida, juega conmigo. Prometo no ser tan traviesa -dije con un fingido tono suplicante.

-Mandaste a cinco de mis hombres al hospital y mataste a otros tres, nadie va a jugar contigo, cielo - dijo sonriendo de lado como si eso fuera una lástima, luego de eso él miró por sobre mi hombro seguramente notando que mi cama no la había ocupado en absoluto- dormiste en el suelo

Dioses y Demonios ||SOUKOKU||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora