Capítulo 2

24 2 0
                                    

Bajé el jeans y la blusa que cubría mi cuerpo, abrí la llave y enseguida el chorro de agua fría golpeó en mi cuerpo quien estaba necesitado. Eran los últimos días de verano y sinceramente lo apreciaba ya que el calor era algo que detestaba. Llegué al punto de quedarme un poco más de lo necesario disfrutando del agua, cuando sin saber por qué escuché el ruido de la puerta como si la estuviesen cerrando. Frunci el ceño.

Pasaron segundos cuando no pasó nada, y volví a lo mio un tanto confundida. Entonces, pasó.

Él entró al cuarto de baño sin mi permiso, y reaccioné al darme cuenta que sólo estaba en bragas, ni siquiera me cubría del todo.

Trague saliva con fuerza.

¿Qué demonios hacía mi mejor amigo mirándome, desnuda?

Cuando ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato, sólo, ambos estábamos sorprendidos. Y al ver que comenzaba a moverse para salir y después pedirme disculpas... No fue así.

Se acercó a pasos decididos, nerviosos hasta a mí, cubrió mi cintura con sus manos un poco más grandes que las mías y fuertes, se pegó más a mi dejando que el agua mojara por completo tanto como su rostro, su ropa negra. Por mi parte estaba en blanco, me encontraba asimilando lo que estaba pasando. ¿Por qué estaba haciendo esto? Y sin saber por qué, nuestros cuerpos se tensaron en cuanto sentí sus brazos desnudos tocar por completo mi piel desnuda y sin pensar mucho, nuestros ojos —que suponía, pero no— se miraron esta vez como se debía.

Sus ojos negros mostraban un brillo, logrando que se miraran más bonitos que de costumbre, sus labios gruesos y rosados se entreabieron, no sabía qué estaba pasando aún, y cuando quise darme cuenta, ya había juntado sus labios con los míos.

Su tacto se sintió suave, y salvaje. Ambos estábamos empapados y mientras sentía cómo sus manos accedían a toda mi cintura baja, nuestros cuerpos se soltaron y comencé a tener una extraña sensación dentro de mí. Dejé de sentir tensión, y viceversa. Dejé de pensar y me centré en que ESTABA BESANDO A MI MEJOR AMIGO.

¡Diablos, nos estábamos besando!

Nuestras bocas se movían de un lado a otro en compás, sus manos masajeaban mi cuerpo aún y me sentía realmente extraña. Mas sin embargo, era algo que sabía lo que estaba pasando, mas no podía detenerme. No podía. Estaba mal. Como tenía los ojos cerrados no sabía si Joel los tenía igual, o si me estaba viendo cómo lo hacíamos en la ducha. No sabía nada, ¿por qué? Seguía en blanco. No estaba pensado, no estaba siendo consiente de lo que pasaba en mi yo de fuera.

Seguía con los brazos a mis costados cuando nos tuvimos que separar por la falta de oxígeno y nuestras frentes quedaron juntas, sus manos del mismo modo en mi cintura. Podía oír bien su respiración agitada, también la mía y me daba hasta vergüenza porque se oía más fuerte que un animal que acaba de conseguir atrapar a su presa después de correr tantos metros. Mi pecho latía a mil por hora, mis manos comenzaron a temblarme igual que mis piernas, sentía que en cualquier momento caería.

Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato. Sólo oímos el chorro de agua cayendo por nuestros cuerpos, para después, entrar por la pequeña rejilla que estaba en el piso e ir a su destino. Quise pensar que Joel diría algo después de que se alejó unos pocos pasos de mí, pero no fue así.

Porque sus manos seguían en mi cintura, y después de verse como peleando en sí mismo, jaló de mí hasta llegar de nueva cuenta a él y volverme a besar. Quise gritar, llorar, hacer cientas de preguntas del por qué comenzaba a sentirme extraña, pero de una forma, bien.

¿Por qué no detenía el beso? ¿Por qué no alejaba sus manos de mi cintura? ¿Por qué me era imposible asimilar todo esto y actuar de la mejor forma posible? ¿Por qué Joel me besaba, y por qué le estaba correspondiendo?

Amigos No ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora