Capítulo 4

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En el trayecto de la limpieza en el aula, ninguno de los dos se dijo nada. Yo me encargué de limpiar todas las mesas y la pizarra que estaba repleta de números y más números. Y por otra parte, Joel se encontraba barriendo el piso —así nos asignó el profesor—. Después que terminé con lo mío, verifique que estuviera bien y ya habían pasado quince minutos cuando mire la hora en mi celular. Le había dicho a Jess que me esperara fuera, pero no sabía si seguía ahí ya que le dije que en diez estaba allá.

Dejé los tres trapos que ocupé en un rincón del aula y tomando mi mochila me dirigí a la salida. Antes de que abriera la puerta, su voz me detuvo en el manipulador de la puerta.

Mi corazón palpitó sin saber por qué. Todo en mí se tensó cuando comencé a escuchar el ruido de sus zapatos andando, trague saliva con demasiada fuerza que la garganta terminó por dolerme un poco. Quise ver cómo es que llegué a estar frente a su bello y perfecto rostro, mas ya era tarde, porque me estaba tomando de las mejillas.

Estaba muy cerca.

Durante la limpieza me sentía bien, de hecho, hasta había olvidado su presencia ya que estaba demasiado concentrada tratando de quitar un chicle pegado debajo de las mesas de la esquina del aula, y al final fue un éxito. Pero ahora Joel estaba frente a mi, con sus manos sosteniendo mis mejillas para que le viera su rostro. Sus ojos negros estaban apagados, sus cejas claras y un tanto pobladas se encontraban alineadas, como queriendo entre fruncirse o no. Y sus labios, no pude evitar mirar sus labios rosados y medio abiertos.

El rumbo que comenzaba a tomar, sinceramente no me estaba gustando.

Según mis predicciones eran que nuestra amistad seguiría después de que nos graduaramos de la preparatoria así mismo como en la universidad, pero nada de esto estaba teniendo sentido si los dos comenzábamos a besarnos. Y cuando me refería a que no me gustaba este rumbo, era porque seguíamos sin hablarlo, porque necesitaba saber si ya eramos novios o no.

¿Que si me gustaban sus besos? Sí.
¿Que si me gustaba como me dominaba? Sí.
¿Que si quería ser su novia?

«Diablos, Gisell, qué haces».

—¿Por qué tuviste que sentarte con él? —su voz fue fría y distante.

Ya habían pasado muchos años y aún su mirada seguía haciendo ese efecto de intimidarme con él. Cuando hablaba en ese tono ya sea con los demás o conmigo, siempre veía que sus facciones se endurecían y hasta intimidarte llegabas a verte.

—Contestame, Gisell —ordenó, esta vez me soltó y retrocedió unos pasos.

Odiaba cuando terminaba haciéndose la víctima. Y aún más cuando su maldita voz se dirigía a mi. Eso era lo que más odiaba.

—Que si por qué me senté con él, porque quise, porque como te dije en el sucio papel, él si me prestaba atención mientras le hablaba, porque él no se iba con chicas que le alzaban la falta para llamar su atención. Por eso es que me fui a sentar con él.

Mi respiración tanto como la suya eran tan ruidosas que parecíamos animales. Estaba enojada de nuevo.

Y todo por tu culpa Haley.

Joel se revoloteo su cabello negro y soltó un suspiro lleno de frustración.

—¿Has estado hablando con él entonces? —frunci una de mis cejas—. ¿Te has estado viendo a mis espaldas con él?

—¿Por quién demonios me tomas? —solté.

—Contestame, Gisell.

—Deja de hablarme así, Joel, y qué hay de ti con Haley. —grité, él ni siquiera reaccionó a lo último que dije— ¿Tú puedes hablar con ella a pesar de que sabes que el odio es mutuo y yo no puedo hablar con chicos que tú no soportes?

—Con él no.

—Entonces, tú con ella tampoco.

El silencio fue lo que siguió después. De alguna forma me sentía mal siempre que terminábamos así, y aunque esto pasara casi seguido —y con la misma conversación— siempre terminábamos en que Joel me abrazaba y besaba mi mejilla, pero lo hecho ya estaba. Haley conseguía hablarle y que él le contestara.  Mientras Erick, él no estaba en ese punto, sólo que era muy Don Juan y quizá yo era la siguiente de su lista.

Pero estando Joel a mi lado, todo su plan desaparecía.

—¿Te he pedido perdón? —pude ver su sonrisa formarse y sonreí.

—No hoy.

—Entonces, perdón.

—Perdonado.

Se acercó a mi en pasos largos y en dos ya lo tenía muy cerca de mí. Me dio un beso en la mejilla y su tacto en mi piel hizo que se me erizara la piel. Rodeó sus brazos alrededor de mi cintura y atrayéndome a él me dio un beso en los labios.

Entonces fue cuando volví a estar en blanco y al ver que separó nuestras bocas, volví a juntarlos porque en serio quería besarlo. Necesitaba sentirlo conmigo, saber que él era todo lo que quería conmigo, tanto como ahora, para siempre. Si nuestra amistad perduró casi los dieciocho años, ¿por qué no otros más? Sin embargo, en esta tomaría otro paso.

—Te quiero, Gisell... —susurró en mis labios.

—... Y odio estar en este tipo de situaciones. —complete su oración.

Me sonrió en el beso y vaya que se sintió tan bien. Fui más pegada a su cuerpo definido y enrede mis brazos alrededor de su cuello. Quedaba claro que él era unos seis centímetros más alto que yo, así que casi no había problema en ponerme de puntillas.

Los labios de Joel sobre los mios se sentía tan bien que era tanto como para decir que nunca quería separarme de ellos. Eran adictos, casi como una maldita droga.

Tardé un poco en darme cuenta que una mejor amiga me esperaba en el estacionamiento, y como si me hubiese picado algo, di un salto, separándome de Joel haciéndole fruncir su ceño.

—Le dije que no te esperara porque te llevaría yo, como siempre.

Hice una mueca.

—Gracias. —dije antes de que sus labios volvieran a posarse en los míos.

Esta vez fue más apasionado, más rápido y entonces, había sucedido algo que jamás pensé que pasaría en uno de mis primeros besos. Sus besos me estaban gritando que entreabierta mi boca para así, poder introducir su lengua. Sí, su lengua. De hecho, una vez dije que era algo asqueroso, mas en el beso que estaba dándome Joel, se sentía maravilloso. Ahora no parecía para nada asqueroso si no mas bien excitante. Todo en mi cuerpo vibró, anunciando que estaba apunto de explotar de lo maravillada que estaba con la situación.

Con las yemas de sus dedos comenzó hacer pequeños círculos en mi abdomen dentro de mi blusa, sonreía en sus besos que ya eran húmedos y demasiado apresurados. Como si en cualquier momento nos alejaran y para siempre.

Hasta que tuvimos que separarnos.

—¿Te llevo a casa? —me preguntó con la voz agitada.

Apenas y articulé un Sí y salimos del instituto.

Amigos No ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora