Capítulo 27

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Después de haber tenido una extraña conversación con Jessica, llegué a casa con un poco de confusión. Atreverse a decirme que me gustaba Zabdiel, qué poca dije dentro de mí. A pesar de que le aseguré que todo era falso, pareció tranquilizarse un poco, pero no como yo quise. Aún así sentí su distancia y un poco menos de cariño como eramos antes de que ella dijera esa estúpida y absurda pregunta. Me quedé en la sala viendo uno que otro comercial hasta que oí el timbre y muy feliz me puse de pie.

Abrí la puerta y lo primero que vi fue a Zabdiel sonriendome a más no poder. Su sonrisa era tan contagiosa que me era difícil de ocultarla, entonces lo invité a pasar pero él negó y fue suficiente para que frunciera el ceño.

—¿Zabdiel de Jesús no quiere pasar a mi casa? —pregunté en divertida e indignada.

—No te pongas triste, bonita —tocó mi mejilla muy apenas, sonriendo—, es sólo que quiero que salgamos. Ya sabes, que veamos la naturaleza y que se de cuenta que hay personas que aprecian tan hermoso paisaje.

—¿Te refieres a que vamos a andar a pie? —temí.

—No, por supuesto que no. Justo ahora no tarda en llegar un helicóptero por nosotros.

Rodee los ojos. Por un momento olvide que hablaba con Zabdiel.

—Ya, dime.

—Por supuesto que iremos caminando, Gisell. ¿Hace cuánto que lo no haces?

Desde que no salía de casa.

—Deja y me hago una coleta y paso por un suéter que comienza hacer un poquito de frío.

—¿Poquito? Si parece que estamos en Nueva York.

—Exagerado. Si gustas esperarme dentro o aquí.

—Como no siento el frío, ¿no? Eres una pesada, pero qué le vamos a hacer. Así es el amor.

Y mientras seguía parloteando quién sabe que tantas tonterías fui rápido a mi habitación a hacer lo que dije. Al bajar las escaleras lo primero que vi fue a Zabdiel platicando muy campante con Mike, mi hermano que parecía maravillado hablado con alguien como Zabdiel. Es como si tuvieran muchas cosas en común y él no se creyera que hubiera personas así. A pesar de que era cierto porque, bueno, como Zabdiel sólo conocía a una persona y esa era él, nada más.

Apenas pude carraspear y el primero que me notó fue Zabdiel que me sonrió.

—Tu hermano es todo un atrevido —me confesó con orgullo.

—¿De qué hablaban? —me acerque a ellos con curiosidad.

—Son temas de chicos, hermanita. O, ¿cuándo has visto que yo me meto en conversaciones con tu amiguita?

—¿Nos vamos? —me dirigí a Zabdiel y Mike rió. El primero sonrió asintiendo y al despedirse de mi hermano terminamos saliendo de casa.

Nos detuvimos a dos cuadras, o bien, yo me detuve abruptamente y eso hizo detener también a mi compañero. Las pocas personas que pasaban a nuestro alrededor ni siquiera nos miraban. Zabdiel se acercó en un paso hasta a mí y me preguntó con una sonrisa qué pasaba.

—¿A dónde vamos a ir? —pregunte.

Zabdiel se echó a reír.

—Y yo pensando qué hice en estos minutos para que hablarás tan seria —dijo un Zabdiel preocupado—. Pero lo que has dicho no lo tenía pensado… ¿Quiéres ir a mi casa?

Unos cuantos minutos subíamos a su habitación y me tire en su cama con toda la confianza del mundo. Zabdiel hizo lo mismo a mi lado, nada más que él sí se acostó completamente.

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