Capítulo 35

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Por fin llegamos al estacionamiento del instituto y Joel detuvo el auto cuando consiguió establecerse en un lugar. En cuanto se apagaron todos los motores del mismo enseguida intenté abrir la puerta del copiloto, mas la clave fue el intentar, pues Joel le había puesto seguro a sabiendas de que al llegar aquí saldría disparada de él, igual a como hice al subirme a su auto esta mañana, huyendo de él.

—¿Puedes quitarle el seguro por favor? Necesito ir a mi casillero antes de que el timbre suene —pedí sin verlo a la cara.

—Mala forma de comenzar hablarme —gruñó, y podía sentir su mirada fría estrangulándome—. ¿Qué he hecho, Gisell para que te comportes así? ¿Acaso te has enojado por algo y lo estás pagando conmigo o qué? No estoy entendiendo nada, sinceramente.

Me quedé callada, sin intenciones de mencionarle palabra. Ahora que podía estar un poco más tranquila, y con las ideas un poco analizadas, me pude dar cuenta que mi mal humor se debía en parte a él, o quizá era la mayoría. Y todo a causa de sus cancelaciones en cuanto a las citas que me hace. No puedo entenderlo cuando me habla bonito y me cita a algún lugar, y después me sale con que le salieron otros planes, pues sinceramente eso comenzaba a cansarme y ponerme de mal humor como lo hice el día anterior y seguido hasta esta mañana.

—Escucha, Gisell —soltó un suspiro de resignación y desesperación al mismo tiempo—, estoy más allá de solamente preguntarte la causa de tu humor. Así que tienes menos de un minuto para que me digas qué demonios pasa contigo, y si no lo haces has perdido la primera clase.

Por Dios que no quería verlo… Pero tuve que hacerlo, a mi orgullo tuve que mandarlo de viaje hasta entonces.

Cuando lo miré a los ojos, sentí flaquear mi cuerpo por como estaba. Realmente parecía afectado por mi actitud, y eso me hizo sentir culpable.

—¿Dime qué te pasa, Gis?

Sus manos fueron a parar con las mías, las entrelazó y comenzó hacer maniobras ahí mismo. Me perdí. Me perdí en sus ojos, en su mirada tan atractiva y fría. Su rostro fue acercándose. Lentamente. Sus ojos conectados a los míos, su labio entreabiéndose a cada acercamiento.

Me relami los labios inconsciente.

—Me has quedado mal, otra vez, Joel —me eché hacia atrás.

—Sí, lo siento. Pero no sabía que tenía planes, lo había olvidado. Perdoname, ¿sí? Podremos dejarlo para este fin de semana, como dije antes.

«Y cada vez que me dejas así».

—Sólo quiero que ya no lo hagas —confesé con la tristeza encima—. Creo que debes ser más cumplido en cuanto a las invitaciones o adelantos que haces conmigo.

—Sí, tienes razón. —recapacitó más adelante. Le dio un beso a nuestras manos enlazadas y sus labios se quedaron un momento ahí.

—Vamos bien, no quiero que lo echemos a perder.

—En eso, también tienes razón —dijo posicionándose en su lugar nuevamente, mirándome a los ojos.

Y no fue pregunta, si no afirmación. Sonreí porque ahí estaba nuevamente mi Joel Pimentel, aquel chico que no pregunta si no que más bien da sus órdenes y afirma lo que se le plazca.

Joel fue acercándose a mí, su aroma me indicó que estaba por besarme. Así que no le dejé el trabajo y me acerqué también. Quedamos a dos centímetros de tocarnos.

—Anda, Gis —susurró y me sentí en el mero éxtasis. ¿Porqué tenía que tener la voz tan ronca y varonil?

Lo pensé, juro que pensé esta vez en besarlo. Sin embargo, parecía como si pensar no fuera lo mío, pues ya tenía a Joel conmigo, es decir, encima de mí. Lo tuve como si de ir a la universidad de este beso dependiera.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2019 ⏰

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