Capítulo 28

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Me miré al espejo de cuerpo entero, por octava vez al haber terminado de arreglarme.

—Mamá, ¿dime cómo me veo?

—Con los ojos, cariño.

Le mostré una cara de pocos amigos y ella se echó a reír descaradamente.

—Te he repetido que te ves muy hermosa, no tienes por qué preocuparte tanto, cariño.

—¿Segura no me falta algo? —volví a verme en el espejo de cuerpo entero, por novena vez—. ¿No crees que estos aretes son muy grandes para mis orejas?

—Qué va —siguió riendo—. Esos aretes son perfectos. No tienes porqué preocuparte tanto, escucha a tu madre.

—Es que, no lo sé —me miré negando con la cabeza. En realidad, no entendía el afán de verme bien en una salida que tenía con Zabdiel en un ratito más.

—Tú nunca te has preocupado por eso, Gisell, a mi se me hace que tú —me señaló con un dedo acusador, achinándome uno de sus ojos— quieres verte bien para Zabdiel, anda, ya te descubrí.

—Mamá, Zabdiel es mi amigo, además, él siempre dice que me veo bien.

—Cariño, si no bajas ahora mismo Zabdiel se irá.

Salí detrás de ella, nerviosa y me pregunté porqué si sólo iba a salir como otros días con él, aunque el día de hoy era ir a su casa para el cumpleaños de Charlie, el papá de Zabdiel. Pero notaba que últimamente me ponía así ante su presencia. Bajé lentamente los pocos escalones, y lo vi, vestía un traje negro ajustado por todos lados, unas zapatillas negras brillantes lo hacían  verse tan guapo. Yo en cambio vestía un vestido color azul, largo con unos tacones altos color perla que por cierto, no se notaba tanto. Mi madre me hizo un peinado recogido, que por ambos lados de mi cara dejó caer un mechón de cabello rizado.

—Te ves hermosa, Gisell —me sonrió con esa típica sonrisa característica de él.

—Gracias, tú también de ves bien.

—Siempre —se limitó a decir como si fingiendo desinterés.

Aún negué divertida cuando Zabdiel y mi madre se saludaron. Me despedí de ella y después de que Zabdiel le aseguró que me traería completa a casa salimos de ella y subí al auto sin esperar a que me abriera la puerta.

—Deja que te muestre la caballerosidad que tiene este hombre.

—Me gusta abrir mi puerta —comenté poniéndome el cinturón de seguridad—. Gracias de todas formas.

—De nada —puso en marcha su auto y nos metimos al tráfico que no estaba tan saturado—. Perdón porque comience a comportarme como tú pero, dejame repetirte que te ves muy hermosa. Has tenido tus avances, eh.

—Idiota.

Su risa inundó el interior del auto y un cosquilleo se instaló en mi estómago.

—Me encanta ese apodo saliendo de tus labios, se oye muy cariñoso.

Apenas llegamos a su casa y entramos juntos y nos llevamos tremenda sorpresa —o mas bien solamente yo— que la dichosa fiesta no era para el señor Charlie si no mas para...

—Zabdiel, ¿qué es todo esto? —mi rostro estaba muy asombrado por lo que mis ojos veían.

—Una fiesta, Gisell, no creo que nunca hayas asistido a una —se burló de su propio chiste y enseguida se calló—. Bueno no, esto es un pequeño detalle para tí, para que te des una idea de lo importante que te has vuelto tanto como para la familia, para mí.

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