Capítulo 10

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—¿En serio pensaste que estaría en tu casa? —rió muy fuerte a través de la llamada por teléfono.

—¡Pues claro! —exclamé sin ocultar mi decepción—. Claramente oí: te veo en unos momentos. Pues pensé que sólo irías a cambiarte y nada más. Toda la familia Hunter está molesta contigo, Pimentel.

Su risa seguía aún, y eso comenzaba a molestarme. Debía estar enfadada, pero oír aquella risa tan malditamente sexy, me provocaba sensaciones tan fuertes en mi estómago. Quería pasar de la línea del teléfono y pasar al otro lado, donde su presencia estaba. No había pasado las veinticuatro horas y ya hacía esa necesidad de besar sus labios gruesos y rosados.

«¿Desde cuándo te habías hecho una aventada?»

—En veinte estoy allá, ¿de acuerdo?

Asenti, ansiosa. Colgué la llamada y baje a la sala donde mis padres estaban sentados, cenando. Fue mi padre quien primero se dio cuenta que había entrado a la sala.

—¿Y Joel?

—Vendrá más tarde. Siente que hayan dado este malentendido.

Los dos se miraron y sonrieron como niños pequeños.

—Pero si ha nosotros no nos debe disculpas —aclaró mi mamá, sonriendo—. Tú has sido la loca y enfadada con él.

—Problemas de amor adolescente.

No dije nada.

Pero en serio. Sí estaba molesta. No es bueno hacer promesas que no piensas cumplirse. Y Joel, había hecho una de ellas, ¿no?

Hace más de cinco horas que ambos habíamos salido del instituto y que Joel me dejó en el balo haciendo mis necesidades, después, al salir del baño, me di cuenta de que se había ido a su casa. ¡Me dejó sola! ¿Quién deja sola a su novia sin avisar?

«Uh, para tu carro, ¿desde cuándo Joel te ha pedido ser su novia?»

Era una bobada aquella pregunta.

Joel no es de esos chicos que dicen aquella palabra. Con saber que Joel me era fiel y que seguía como antes, para mi era mucho más que pedir formalmente si quería ser su novia. Además, por qué pediría eso Joel si sabe que ambos están para estar juntos toda la vida. Sabia que Joel actuó un poquito más tarde, pero eso no le quitaba que yo podía dejar de quererlo y apartarlo.

Porque me sentía bien a su lado.

Y eso bastaba para que me diera cuenta que Joel era el indicado para estar compartiendo el resto de mi vid a su lado. Porque valía la pena todos aquellos comentarios que nos daba ambas familias y mi mejor amiga Jess, sobre el tema de que nosotros éramos algo más que mejores amigos.

Y pese a que en ese entonces, todo era al revés, ahora era muy distinto. Porque todo lo que decían, ahora por fin era cierto.

Pero sí admitía que me sentía un poquito mal por el hecho de que Joel por lo menos no se los haya contado a una de nuestras familias.

¿Estaba bien aún no hablar sobre ese tema con él?

*****

—No me la creo que me hayas esperado sentada en este sillón por más de una hora.

—¡Pero bueno! —salté del sillón, ya molesta—. ¿Qué tanta risa este día? ¿Qué te ha dado por sonreír y reír todo el maldito día?

Joel me miró, oprimiendo una sonrisa. Ya, hasta aquí se acababa todo. Desde hace unos minutos que Joel había llegado a mi casa, estaba de que su sonrisa se despegaba de su bello rostro, y lo malo es que aún no me contaba absolutamente nada.

Me encamine hasta mi habitación, con sus pasos detrás de mi.

—¿Puedes dejar de oprimir tu risa, por favor?

—Por que mejor no me dices: ¿puedes decirme qué es lo que te trae tanta risa, por favor?

Y así hice. Él soltó una risa, hasta el punto que no me importó y cerré la puerta de mi habitación en su cara.

¿Pero a qué se debía esa hermosa risa? Y no es que me importara que dejara de reír, obviamente eso era lo último que quería. Si Joel se diera cuenta que su sonrisa era tan hermosa, y que podía ser bueno mostrársela a todo el mundo, todo podría ser diferente en cuanto a su papel que le tienen. El malestar que traía hacia esa risa, se debía ya que no me contaba nada, ni siquiera podíamos reír juntos como pocas veces lo hacemos.

Solté un bufido.

—Gisell —comenzó a llamarme Joel desde el otro lado de la puerta. No conteste—, ¿sabes qué día es hoy? Si me respondes con una respuesta correcta, te diré sobre mi actitud.

Enseguida puse mi cerebro a trabajar. El día de hoy era un martes. ¿Qué se celebraba un martes? ¿Cumpleaños, día de ma risa? ¿Qué diablos se celebraba un martes quince de mayo?

—¡No te acuerdas!

Di un gran salto de mi cama al oírlo exclamar, como si fuese confesado que hizo el peor pecado del mundo.

—¡Claro que me acuerdo!

Salí de la habitación.

Me encontré con su muy natural sonrisa frente a mis ojos. Pero, ¿qué lo tenía tan así? Si estaba segura de algo, es que jamás había visto a Joel así; tan sonriente y más bello de lo normal. Eso, muy seguro, debía ser un delito.

—¿Qué es hoy, Gisell? —rozó sus labios contra mi mejilla. La provocación se hizo presente al instante—. Dime que no te acuerdas y te daré una pista.

Era el momento de rendirme.

—Está bien. No me acuerdo qué se celebra hoy, y mucho menos el por qué tu risa tanto.

¿Era posible ampliarse una sonrisa más de lo normal?

—Hoy es martes, ¿no? —asenti dándole la razón—. He estado comportándome así porque un día en estas fechas, se cumple dieciocho años que nos hicimos mejores amigos.

Mejores amigos. Mejores amigos. Mejores amigos. Mejores ami...

¿Había escuchado bien?

—¿Mejores amigos? —repetí.

—¡Sí! —sonrió asintiendo—. ¿Te acuerdas cómo fue nuestro primer día de amistad?

Ni siquiera me importó que Joel haya tenido ese tipo de actitud. Se le notaba tan feliz que me era imposible su comportamiento. Él me estaba gritando que eramos mejores amigos. ¿Desde cuándo habíamos quedado que los mejores amigos se besaban la boca, y que nosotros eramos uno de ellos? O, ¿que podíamos ser amigos con derechos?

No podíamos ser así. No cuando yo comenzaba a tomar sentimientos que para nada se acercaba a los mejores a amigos.

—Acuérdate, Gisell —me animó Joel palmeando mi hombro.

Quise sonreír igual a como él me sonreía. Se le veía tan genuino que todo esto parecía una completa pesadilla para ambos.

—Ya me acordé. —articule con una voz que ni siquiera fue mia.

Era mentira, ni siquiera me acordaba cuando nos hicimos mejores amigos. Lo único en lo que podía pensar era que Joel no estaba siendo consciente de lo que estaba diciendo. Y que yo no podía, ni sabía cómo darme a conocer a lo que en verdad estaba siendo para él.

Porque estaba muy claro; los amigos no se besaban, mucho menos en la boca.

Amigos No ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora