CAPÍTULO VIII

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Mykeila Jakoby

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Abrí los ojos poco a poco mientras miraba a mi alrededor. Cubrí mi rostro con las manos, la luz del sol se filtraba por la entrada de la casa de campaña, encandilándome levemente. Sin embargo, era cálida y cuando tocaba mis cortos mechones de cabello, los iluminaba otorgándoles un color ligeramente cobrizo. Después de espabilarme me di cuenta de que tenía esposas en las manos, fruncí el ceño. Una voz un tanto ronca me obligó a voltear hacia la entrada.

—Myki, ¿cómo te sientes? —cuestionó Bri mientras sostenía su mano vendada, alcé las cejas al verla.

—Brigette, tu mano...

—Fuiste tú, ¿no lo recuerdas? —me senté de un salto, estaba confundida.

—Maldición... Yo no... No... —puse dos dedos en el puente de mi nariz y negué, levanté la mirada cuando percibí que la luz del sol había sido bloqueada, era Tobias.

—No te preocupes... Déjalo así —añadió ella antes de dejarnos solos, intenté levantarme por mi cuenta aún esposada, pero no lo logré a la primera.

—Espera Myki, yo te ayudo —se acercaba con rapidez, tendiéndome una mano, pero ya me las había arreglado para reincorporarme, apoyándome en mis piernas y girando la cadera. Intenté salir de la casa de campaña ignorando su presencia, pero puso su brazo frente a mí como barrera. —¿Por qué estás así?

—Hum... ¿Sabes? No tengo idea... Quizá todo empezó cuando Damian te contó lo sucedido y tú me miraste con temor... Como si fuese capaz de hacerlo. —contesté sintiendo el color subir a mi rostro, sentí que lentamente se formaba un nudo en mi garganta, sostuve mi mirada en la suya durante unos segundos, luego la fijé en mis manos. —Y ahora... Ya no sé de lo que soy capaz... —añadí intentando disfrazar la tristeza. —No intentes fingir que todo está bien, porque no lo está.

—Lo siento... —me abrazó con fuerza.

—Si antes se tenía la vaga idea de que podía llegar a significar un peligro... Ahora definitivamente lo soy. —apreté mi mandíbula. Él tomó mi mentón y lo elevó hasta que logré conectar con su mirada.

—Te prometo que veremos la forma de resolver esto, de encontrar respuesta, de encontrar un origen. Juntos llevaremos esto...

—Tobes... ¿Por qué...?

—Calla —ordenó antes de atrapar mis labios en un diminuto beso, apenas duró unos instantes. Damian no tardó en sorprendernos.

—¡Chicos! Uh... —volteamos hacia él mientras nos apartábamos con delicadeza. Alcé las cejas levemente, haciendo ademán para que continuara. Damian carraspeó, se relamió los labios y rascó su nuca. — Bueno, eh, tenemos que continuar... Ya falta muy poco para llegar a aquel templo... —ambos asentimos y salimos uno detrás del otro con rapidez.

(...)

Faltaba una hora y media para llegar, pero seguido parábamos para descansar un poco, actualizar los mapas, tomar agua, repartir barritas y yo... Yo seguía esposada. A veces intentaba buscar las llaves entre las mochilas incluso a sabiendas que nunca lo lograría, pues Damian se aseguraba de cambiar constantemente su ubicación.

Poco después del pequeño descanso volvimos a emprender el camino; Yenna apareció en mi reloj, yo iba casi hasta el final del grupo, Tobias y Riley eran los últimos, entonces alcé las cejas, mirándola, esperando algún comentario.

—¿Cómo te sientes? —elevé mis hombros efímeramente. —¿Hay algo que quieras decirme? —cuestionó Yenna en tono bajo, negué luego de unos instantes.

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