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CAPÍTULO IV

Mykeila Jakoby 

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Abrí los ojos de golpe, soltando un quejido debido a que me recosté sobre mi brazo herido. Parpadeé varias veces pues las luces me cegaron durante unos segundos, fruncí el ceño mientras volvía a cerrar los ojos, colocando un par de dedos en el puente de mi nariz, el dolor de cabeza se hacía presente con lentitud.

—¿Qué tal descansaste? —cuestionó Damian, quien entraba a la sala con dos tazas de aluminio, humeantes por el líquido que contenían.

—Mejor que otros días, supongo. —Tobias comenzaba a despertarse, estirándose en su lugar. —Quizá efecto de los analgésicos...

—Sí, puede ser. —dejó una taza frente a mí, en la pequeña mesita de cristal que yacía en el centro de la sala. —Toma, te traje un té de hierbabuena. Esto te reanimará un poco.

—Buenos días —saludó Tobias, apoyando sus codos en sus rodillas. —¿No hay una taza para mí?

—Oh, claro, Majestad. ¿Algo más? —comentó Damian sarcástico. —¿Un desayuno completo quizá?

—Ya entendí, ya entendí. —se levantó, bostezó y volvió a estirarse. Luego salió de la sala un poco fastidiado.

—Se está repitiendo, ¿no es así? —alcé las cejas inquisitivamente, dejando mi taza en la mesa nuevamente.

—¿D-de qué ha-hablas? —cuestioné.

—Hace cuatro años... ¿Aún lo recuerdas? —entrecerré los ojos.

—Damian...

—Recuerdas, ¿sí o no?

—Vagamente, sí. ¿Por qué...?

—Las pesadillas, los dolores de cabeza, los momentos de inconsciencia, el temblor en tus manos, esa mirada de alerta constante...

—Puede ser estrés o ansiedad... —él negó, sosteniendo su mirada en la mía. —Entonces, ¿qué sugieres Damian? —cuestioné con una mezcla de preocupación y enfado, antes de continuar le di un sorbo a mi té. —Sabes perfectamente que, lo que sucedió, no fue voluntario... Yo jamás podría haber hecho algo así...

—No me malinterpretes... No desconfío de ti, pero...

—¿Pero? —solté una pequeña risa. —¿Pero?

—Cálmate y escucha. —sentenció. —Me llegó un correo anónimo, durante las vacaciones. Venía de parte de la NSC... —fruncí el ceño. —Aseguraban estar investigando a la NMC por un experimento jamás aprobado, éticamente incorrecto, pero, aun así, ellos juran que está siendo realizado encubierto...

—¿Tienen pruebas?

—Esa es la parte que me atemorizó un tanto, si te soy sincero... —exhaló con nerviosismo. —Decía que, aparentemente, nosotros estábamos dentro de ese experimento, sin consentimiento alguno. Y querían mandar a algún tipo de agente o detective a realizarnos unas preguntas, con el objetivo de confirmar o negar cualquier daño a nuestra integridad.

—¿Y qué dijiste?

—Bueno, acepté... Quedamos en vernos en algún café en el centro de Folke... Fui a donde acordamos, pero al final nunca entré al establecimiento... Tampoco noté que alguien parecido a un agente o detective entrara.

—¿Entrar? ¿Entrar a dónde? —Tobias nos sorprendió, entraba con una bandeja llena de comida. —¿De qué hablan ustedes dos? ¿Eh?

—Mira, Ward. Tú vuelves a entrar de esa manera, y te juro que...