19.

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Nos besabamos con tanta intensidad que nos llegamos a golpear una boca contra la otra mientras nos sonreíamos. Metió sus manos tibias debajo de mi camiseta acariciándome con ellas mientras le besaba el cuello. Sentía su aliento entrecortado que me hacía ponerme todavía más.

Ella, que llevaba las riendas de la situación, se deshizo de mi camisa desabrochándola botón a botón con una gran facilidad y lentitud que me desesperaban, dejo mis pechos al descubierto y los atacó con ansia, jugando y mordiendo a su antojo.

Poco tardo en deshacerse de mis pantalones con una agilidad desconcertante, cerré mis ojos cuando noté como acariciaba con delicadeza mis bragas totalmente húmedas, notaba sus dedos subir y bajar, una y otra vez, alcé mis caderas, exigiendo más, pidiendo en silencio que entrara.

Jamás había sentido esto, jamás había experimentado, pero quería hacerlo, con ella.

Retiró mi ropa interior hacia un lado y tanteó mi entrada, jugando conmigo, un suspiro ahogado saliendo de mi boca hizo que sus caricias cesaran y dos de sus dedos entraran en mi.

- Joder... ¡Alba!

~

Abrí mis ojos de golpe dándome cuenta que todo había sido un sueño, me incorporé y miré la hora.

6:25

Mi pecho subía y bajaba rápidamente debido a mi respiración agitada, pasé una de mis manos por mi frente, dándome cuenta de la cantidad de sudor que había en ella, y en todo mi cuerpo.

Dios mío...

Volví a tumbarme intentando conciliar el sueño, di incontables vueltas en la cama e incluso conté hasta mil cuatrocientos, pero no funcionó.

Estaba claro que no iba a volver a dormirme.

Salí de un salto de la cama y me dirigí a la ducha desnudándome antes de llegar.

Buenos días, domingo a las siete de la mañana, esto si que es suerte Julia.

Bajo el agua de la ducha me permití reflexionar, habían pasado dos días desde que había visto la obra de Alba y seguía sin salir de mi cabeza.

Ni el cuadro, ni ella.

¿En que momento había pasado a tener sueños eróticos con mi compañera de piso/mejor amiga?

No lo sabía, pero era real, mi perspectiva hacia ella iba cambiando por momentos, no es que estuviera pillada, ni mucho menos, pero si notaba fuerte atracción, que incrementaba a medida que íbamos poniendo distancia entre nosotras.

Necesitaba poner remedio a esa tensión cuanto antes, remedio que iba a ser realmente complicado teniendo en cuenta que cada día que pesaba una fila de ladrillos se levantaba en el muro que nosotras íbamos creando sin darnos cuenta. O si.

Cuanto más se alejaba, más de ella quería.

Pero ya no solo quería sus abrazos y sus mimos, no.
Quería que sus besos en mi cuello dejaran de ser tiernos y fueran excitantes, no quería siestas en el sofá, quería polvos interminables en él.
Quería que me follara en todos los rincones de la casa.

O eso era lo que pasaba la mayor parte del tiempo por mi cabeza.

Decidido. Iba a derribar ese muro invisible.

Pondría los ovarios sobre la mesa.

Tal vez no consiguiera lo que en estos momentos pasaba por mi cabeza, pero por lo menos recuperaría a mi amiga, que me importaba más.

Salí del baño con otra camiseta distinta y el pelo totalmente húmedo dispuesta a hacerme un café bien cargado, lo que no sabía es que ya lo tenía preparado.
Alba estaba sentada en la barra de la cocina con una taza de café entre sus manos, miraba el líquido totalmente absorta en él hasta que se dio cuenta de mi presencia, tendiéndome una taza cuando me posicioné justo delante de ella, entre sus piernas que se encontraban ligeramente abiertas.

QUÍMICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora