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No dice nada, solo me observa, al igual que yo, nos aguantamos la mirada hasta que al final es él quien decide retirarla y hablar.

- Julia... tenemos que hablar de lo de la otra noche.

- Carlos, no, no hay nada que -Acerca un dedo a mi boca para que me calle.

- Déjame hablar un momento.

Asiento, expectante a lo que me va a decir, preparándome para cualquier discursito que rompa todos mis esquemas.

- No me digas que lo del otro día fue un error, porque tenías tantas ganas como yo, entiendo que no quieras repetirlo, no es ético, lo acepto, pero sabes tan bien como yo que no fue un error.

Suspiro sin saber que decir, me ha calado el muy cabrón, pero yo misma le hice saber que quería.

- Mira Julia, no podemos cambiar el pasado, lo que hicimos hecho está, pero eso no significa que se vaya a repetir, podríamos... no se... llevarnos un poco bien, quiero saber que ha sido de ti.

Asiento mostrándole una pequeña sonrisa, asumiendo internamente que no me puedo librar de él, el pasado nos une y si le sumamos que es mi profesor y que lo veo todas las semanas, mejor ser "amigos" a evitarnos cuando los dos sabemos que eso es imposible.

Pasamos toda la tarde poniéndonos al día de este último año, me cuenta que no ha tenido ninguna pareja estable, al igual que yo, y que desde que le animé a componer no ha dejado de hacerlo, dato que hace que una pequeña parte de mi se llene de orgullo.

Por un momento olvidamos nuestra relación profesor-alumna, y hablamos como viejos amigos que hace mucho tiempo que no se ven, y soy incapaz de explicar lo feliz que me hace eso en el fondo.

El sonido de mi móvil interrumpe nuestra conversación "Albita" qué raro que esta mujer me llame... notemos la ironía.

- Tia, ¿donde estás? Que llevas toda la tarde sin dar señales de vida, te he escrito como cuarenta mensajes -Dice toda ella indignada.

- Estoy tomando un café, no me seas dramática que luego me dices a mi, supongo que aún tardaré un poco.

No le dejo tiempo para responder y le cuelgo, me siento tan a gusto con Carlos que no quiero que nadie interrumpa este momento.

- Lo siento, era Alba, mi compañera de piso, que no sabía dónde estaba y es un poco dramas la mujer.

- ¿La chica que era tu amiga a la distancia?

Asiento.

-Ósea que al final habéis conseguido vivir juntas.

Me quedo plasmada unos segundos, no me esperaba que se acordara de eso, se lo conté una tarde en el camarote de pasada.

- ¿Te acuerdas de eso? -Pregunto notablemente asombrada.

- Claro, me lo contaste en el crucero, me acuerdo de todo.

Me responde con esa maldita sonrisa que me vuelve loca desde el primer día que la vi y que me dan ganas de borrársela de cara, pero a besos.

- No lo esperaba, bueno, deberíamos irnos, se hace tarde y me queda camino a casa.

- Vale pero te acompaño.

- No es necesario Carlos, puedo ir sola, de verdad. -Me niego, deseando que insista un poquito más.

- Se que puedes ir sola, pero me quedo más tranquilo, se está haciendo de noche.

- Está bien, pero sólo si me dejas invitarte al café, que el otro día me lo pagaste, hoy me toca a mi.

Asiente con una sonrisa en la cara, otra vez, despertando en mi mil incendios, entro a pagar y hacemos camino hasta mi casa, hablando esta vez de libros, otro de nuestros muchos puntos en común, la literatura, sobre todo la clásica, que le apasiona tanto o más que a mi.

Sin darnos cuenta llegamos a mi portal, y veo que llega el final de esta tarde, que dudo que se vuelva a repetir, cuando nos paramos ninguno quiere despedirse, y sin previo aviso, me abraza, y yo no puedo rechazarlo, en sus brazos me sentía cómoda, segura, habían sido mi refugio durante un pequeño periodo de tiempo, y eso no se olvidaba tan fácilmente.

Maldito Carlos y maldito el día en que apareció en Madrid para ser mi jodido profesor.

Sin poder evitarlo dejo un pequeño beso en su mejilla y me separo de él, inconscientemente nos quedamos mirándonos, y repaso todas sus facciones.

Sus ojos, que me transportan a otros mundos.

Su nariz, ni muy grande ni muy pequeña.

Su mandíbula, que parecía tallada por el mismísimo Miguel Ángel.

Sus labios, no muy gruesos, pero demasiado apetecibles para mi.

Y su barba, perfectamente recortada.

Decido ser yo la que rompe el momento, ya que si no lo hago, acabaré lanzándome a él y a sus labios desesperadamente.

- Nos vemos mañana en clase.

- Me alegro de que vuelvas, leona. -Dice casi en un susurro.

Me meto en el portal de mi casa, pensando en ese apelativo que solo él sería capaz de ponerme, solo él me llamaba así, nadie más, y tampoco lo hubiera permitido.

Bueno aquí dejo otro capítulo, se que es bastante cortito y no es gran cosa pero bueeeeno, no quería estar más sin subir 🙃

QUÍMICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora